La tercera edad de la nueva política
Las perspectivas de Ciudadanos para sobrevivir al pacto con el PP son inciertas, y a su modo también Podemos asume riesgos cohabitando con el PSOE
Por una de esas humoradas de los dioses, esta semana se agendaba a la vez una rueda de prensa de Albert Rivera para anunciar que ya tiene trabajo —oh, cielos— y Pablo Iglesias anunciaba que liquida el límite salarial y de mandatos para perpetuarse más confortablemente a los mandos de Podemos. Nadie da una rueda de prensa para anunciar un contrato que no sea estelar; y nadie voltea un código ético si el premio no es tentador. Los chascarrillos sobre la nueva política están muy agotados pero, entre la dicha de Martínez Echevarría y la dacha de Galapagar, no quedan lejos sino remotos los ecos de quienes venían a regenerar el sistema. La nueva política no ha madurado, sino que se ha agusanado, como afectada por alguna clase de síndrome de progeria o envejecimiento prematuro.
El balance de la nueva política es, en cinco años, todo un poema: dos partidos decadentes y auge de Vox, un partido nacionalpopulista de extrema derecha, convertido en tercera fuerza.
Claro que la situación de los dos dista de ser igual. Ciudadanos trata de renacer desde las cenizas, y no será fácil mientras Arrimadas riveree definiendo la catástrofe electoral como “un resbalón” y desdeñe la autocrítica de Igea como crítica “autodestructiva”; y Podemos, en cambio, se ve en el poder, disfrutando de las alfombras mullidas y de findes en Quintos de Mora, pero evidenciando un amateurismo que no se arregla con un Curso CCC de Aprenda a Gobernar en 15 Días. Sin embargo, por diferente que sea su situación, tienen algo en común: ambos han defraudado en aquello para lo que nacieron. Ciudadanos al no servir para facilitar un Gobierno moderado; y Podemos al abandonar el asalto a los cielos para instalarse allí con hechuras de casta. La imagen universitaria del escracheador escracheado es una metáfora cáustica.
Las perspectivas de Ciudadanos para sobrevivir al pacto con el PP son inciertas, y a su modo también Podemos asume riesgos cohabitando con el PSOE. No vende ser partido de poder sin actuar con la lógica del poder. Y no se trata tanto de un proceso de aprendizaje, algo que en los cien primeros días merece tolerancia, como el espectáculo de resistirse a las reglas del juego. Considerar que las objeciones técnicas a una ley, abrumadoras e incontestables, son “machismo frustrado” ya delata el tumor. Trabajo, que parecía una reserva racional de Podemos, también ha patinado invadiendo a Sanidad tras Agricultura. Y el desmarcaje con el Rey ha acabado por mostrar la amenaza de metástasis.
La semana 7 del Gobierno ha exhibido la debilidad de sus costuras. Y de un modo tan caótico que casi se presta a la fantasía de imaginar que todo esto sea una operación diseñada por Moncloa para que Podemos se estrelle. Pero sólo es una fantasía, y de hecho Redondo ha salido ya al rescate de Podemos. Eso sí, a Iglesias ya cabe imaginarlo abandonando la política para entrar, por puertas giratorias, en el consejo de una energética. O presidiendo una Universidad privada como un bufete de abogados del Top10.
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