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Estar sin estar
Columna
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Otro cupido

Quiero suponer que Él no es todos los Ellos y que Ella no es la suma de las víctimas que se van sumando, gota a gota, día por día

J.F.H.

Quiero imaginar que no importa el peinado ni los nombres. Que se filtra el deseo entre sutil guiño y sonrisa leve, que se ven sin verse y escuchan ambos el mismo silencio que aturde: rodeados de tanta sangre y horror, quiero imaginarlos ajenos a los papeles que impone el vandalismo y la ira incontinente. Quiero suponer que Él no es todos los Ellos y que Ella no es la suma de las víctimas que se van sumando, gota a gota, día por día. Imagino cada quién en cada cuál y un inevitable filamento de vergüenza en cada uno de nosotros que hemos vivido, actuado, visto o no visto machismo verbal, autoritario, injusticia laboral por falda vs. corbata o recurrentes chistes de cantina envueltos en la espuma de diferentes grados de misoginia e imagino cada cuál en cada quién y se filtra una casi inevitable condescendencia innecesaria porque Ella no es frágil ni tierna, sin Es como es, no la violenta sin rostro o la intransigencia de la impotencia rabiosa. Quiero entonces imaginar que se miran sin tener que ver tanto ruido en derredor.

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Sin hablar, conversan al andar y el tiempo se extiende sin límites por el solo contacto de las yemas de sus dedos, el cabello al vuelo, una caries oculta, una pestaña en el párpado. Hablo del mutuo asombro ante una insignificancia y el descubrimiento mutuo de la carcajada del Otro, la risa ajena o el secreto más callado. Imagino un atardecer sin pendientes, una tarde de pinta y sin tareas; un café compartido, el mismo libro, la evasión de cualquier imposición, la mentira innecesaria u obsoleta, el color de una flor. Quizá hablo de las parejas que no lo son, dos que podrían ser uno, y que caminan juntos por azar o circunstancia, lejos de todo el telón de los arquetipos y advertencias, del horror y las noticias… quizá hablo de jóvenes que apenas se acaban de conocer y que inician los primeros párrafos soleados de lo que podría convertirse en una larga conversación… convivencia. Hablo de una pareja sin ser pareja de jóvenes que se miran sin ojos y se escuchan con las manos, reflejados ambos en el espejo empañado por generaciones anteriores donde me entristece profundamente y me aterra entrañablemente que las tramas de un amor posible, los enredos de los amores contrariados, el nudo de los imposibles y el milagro vivo del amor, pase tan de cerca del olor a yodo y gasa, venda y sangre, de tantas muertas todos los días, asesinadas no en combate ni en trincheras, sino en el inconcebible remolino de una podredumbre impune donde se supone que alguien decretó una celebración utópica del amor y la amistad para un solo día en el inmenso circo de lo comercial.

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