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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Juego limpio

Los insultos y los cánticos ofensivos no tienen cabida en el fútbol

Zozulya, a la izquierda, en el partido Rayo Vallecano-Albacete.
Zozulya, a la izquierda, en el partido Rayo Vallecano-Albacete.CHEMA DÍAz

Los insultos proferidos a los jugadores, las pancartas vejatorias y los cánticos trufados de lemas ofensivos siguen siendo habituales en los campos de fútbol. De ahí que tanto las federaciones como las autoridades deportivas hayan adoptado medidas para erradicar estos comportamientos. Lamentablemente, no siempre se ha tenido éxito. Pero se siguen dando pasos. El domingo, el árbitro del encuentro Rayo Vallecano-Albacete suspendió el partido por las reiteradas invectivas dirigidas al delantero ucranio del club manchego Román Zozulya, a quien la afición local le gritó insistentemente “nazi” y “puto nazi”. El propio jugador ha negado que lo sea, pese a haber sido fotografiado exhibiendo simbología identificada con el nazismo y su supremacismo.

Aunque es la primera vez que se cancela un partido de la Liga, son frecuentes los oprobios racistas u homófobos, del estilo “negro basura”, “mono” o “maricón”. El reglamento disciplinario de la UEFA tomó cartas en el asunto, y en 2013 estableció un catálogo de sanciones para castigar los insultos a la dignidad humana por el color de piel, raza, religión, origen étnico, género u orientación sexual. Si los agravios proceden de la afición, el club afectado se arriesga a una sanción económica y, en algún caso, al cierre parcial o total del estadio.

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En la mayoría de las ocasiones, los árbitros españoles han detallado en sus actas abundantes conductas violentas o racistas. El colegiado del Rayo-Albacete, sin embargo, ha ido más allá al cancelar el partido en el descanso, con un 0-0 en el marcador, una decisión que se produjo con el respaldo de los dos clubes en liza y ante la imposibilidad de desalojar a los Bukaneros —el grupo de aficionados vinculado a la extrema izquierda del Rayo, el mismo que hace dos años ya impidió el fichaje de Zozulya— o de disputar la segunda parte a puerta cerrada.

Las gradas no pueden actuar movidas por impulsos ideológicos. A los jugadores se les debe juzgar por su comportamiento dentro del campo, no por su ideología, por muy repugnante que esta sea. El fútbol desata pasiones, pero debe también salvaguardar los valores de juego limpio, respeto, compañerismo, esfuerzo, disciplina o disfrute y erradicar el racismo, la xenofobia y la homofobia. En el caso de Zozulya, la afición ha incurrido en una tipología de insultos enmarcada en el discurso del odio, una corriente devastadora que azota el mundo. La intolerancia no tiene cabida en una sociedad democrática y libre y todavía menos en el deporte. La Comisión Antiviolencia debería desarrollar protocolos específicos para luchar contra unas prácticas que deterioran gravemente la convivencia.

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