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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terrorismo futbolístico

Los clubes deben tomar medidas para prescindir de las sectas más violentas

Violentos enfrentamientos entre aficionados del Spartak de Moscú y la Ertzaintza.
Violentos enfrentamientos entre aficionados del Spartak de Moscú y la Ertzaintza.Miguel Toña (EFE)

La muerte del ertzaina Inocencio Alonso García cuando intentaba disolver un brutal enfrentamiento entre seguidores del Athletic Club (Herri Norte) y los profesionalizados paramilitares del Spartak de Moscú es una voz de alarma que el fútbol (los clubes, las federaciones nacionales y la UEFA) no debería olvidar ni perdonar. En el caso de la responsabilidad del Spartak, porque sus hooligans se han ganado la siniestra reputación de bandas callejeras que siembran el terror por donde pasan. Ese es su objetivo y su motivación. Lo mismo podrían ser un grupo de psicópatas criminales cuyo único propósito es atemorizar y destruir. Los antecedentes de los seguidores moscovitas justificarían con creces que la UEFA convirtiera sus lamentaciones por la muerte del ertzaina en medidas disuasorias y expulsara al Spartak de las competiciones europeas durante un tiempo indefinido, que en todo caso dependería de la desaparición de sus primitivos seguidores.

Al Athletic Club la responsabilidad de la batalla campal del jueves le alcanza por igual. Sus dirigentes tienen la obligación de identificar a quienes participaron en los vergonzosos acontecimientos de San Mamés, expulsarlos y poner en conocimiento de las autoridades las responsabilidades en las que hubieran podido incurrir. Este no es un caso de destrozos ciudadanos que se pueden pasar por alto en beneficio de unos seguidores “que apoyan al equipo”.

Los clubes se resisten a prescindir de las sectas más violentas que apoyan al equipo, sin caer en la cuenta de que colaboran por desidia con una conducta terrorista. Y en lo que se refiere a la UEFA, la rapidez de actuación no está jamás entre sus prioridades. El próximo Mundial se juega en Rusia y cada día que pasa se entiende menos la razón. O la UEFA y las federaciones encuentran la fórmula para acabar con el terrorismo futbolístico, o el Mundial va a ser una escalada de violencia.

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