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Columna
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La OTAN a los 70

Una vez superados sus objetivos iniciales, la Alianza ha evolucionado redefiniendo su razón de ser en un contexto de conflictos cambiante

Eva Borreguero
Foto de familia de la cumbre de la OTAN.
Foto de familia de la cumbre de la OTAN.Yui Mok (GTRES)

Si, como afirma un estudio histórico del Instituto Brookings, las alianzas militares tienen un promedio de vida de 16 años (quién se acuerda hoy de la SEATO o de la CENTO), entonces la Organización del Tratado Atlántico Norte, que este año celebra su 70º aniversario, es una historia de éxito remarcable.

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Establecida en 1949 frente a las amenazas anticipadas de la Guerra Fría, la OTAN, una vez superados sus objetivos iniciales, ha evolucionado redefiniendo su razón de ser en un contexto de conflictos cambiante. Esta adaptación ha tenido marcados momentos de inflexión. Uno de ellos, tras los ataques terroristas del 11-S, activó por primera vez el artículo 5, piedra angular de la organización, que compromete a las partes en la defensa colectiva, y sacó a las tropas aliadas de su zona de confort llevándolas a Afganistán.

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En la actualidad, la OTAN tiene que encarar nuevos desafíos. Los desgranaba recientemente en Madrid el excomandante del Mando Marítimo Aliado, Clive Johnstone: variaciones en el equilibrio global de poder —con una China ascendente que nadie sabe cómo manejar—, grietas de seguridad en la era de la información, y una demografía asimétrica que, unida a problemas medioambientales e inestabilidad política, generará mayores movimientos de población. Contingencias que trascienden ejes binarios tipo norte/sur, e interactúan en un entorno de múltiples actores, a modo de un tablero de ajedrez: bien sea un ataque cibernético a una empresa pública, o un incidente en el Pacífico.

A este rosario de incertidumbres cabría añadir la generada por Donald Trump en las relaciones transatlánticas. Por primera vez en 70 años un presidente estadounidense ha cuestionado abierta y reiteradamente la solidaridad intercontinental. Las críticas de Trump a la Unión Europea y su participación en la Alianza se podrían pasar por alto (exabruptos temperamentales irrelevantes) si no fuese por el grado de dependencia de ésta hacia su socio americano en cuestiones de seguridad, y porque en cierta medida ponen de manifiesto una tendencia en la opinión pública estadounidense, el cuestionamiento del papel de la potencia en el mundo, especialmente tras las extenuantes experiencias en Irak y Afganistán. Irónicamente la Administración del America First, al agitar las aguas de la discordia ha fortalecido la aspiración europea de adquirir una autonomía estratégica en materia de defensa. Voluntad que ha quedado patente en la propuesta de la presidenta Ursula von der Leyen de impulsar una Comisión Europea “geopolítica” y en la iniciativa del plan de Cooperación Estructurada Permanente (PESCO).

Estas medidas, vistas con recelo al otro lado del Atlántico, son precisamente las que ofrecen nuevas oportunidades de colaboración entre la OTAN y la UE si se orientan a la formación de competencias militares que resulten compatibles con sus correspondientes objetivos. De este modo se podría construir un enfoque común que calibre las necesidades de sus socios y se adapte, una vez más, a los retos que plantea el rompecabezas del tablero global. @evabor3

Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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