“Ya están endeudados y no tienen ahorros”: la desazón de los ‘millennials’
Está madurando la teoría de que la próxima crisis se va a llevar por delante a esta generación destinada a vivir siempre peor de lo que vivieron sus padres
“Ya están endeudados y no tienen ahorros”, decía la periodista económica Annie Lowrey en un artículo publicado en The Atlantic. “La próxima recesión se cebará con ellos y les dejará a la intemperie”. Lowrey se refería a la generación de estadounidenses nacidos entre principios de los ochenta y mediados de los noventa, los llamados millennials. Un grupo demográfico destinado, según se decía, a transformar Occidente desde el dominio de la tecnología y el activismo humanista, pero que parece condenado a convertirse en la nueva generación perdida, la primera hornada de ciudadanos de EE UU (y, por extensión, de todo el planeta) que deberá resignarse a vivir siempre peor de lo que vivieron sus padres.
Para los psicólogos Jonathan Haidt y Greg Lukianoff, los 'millennials' son “hedonistas y pasivos en sus vidas privadas y violentos e intransigentes en sus actuaciones en la esfera pública”
Incluso los que tenían menos de 30 años en 1929, cuando empezó la Gran Depresión, disfrutaron más tarde de las dos décadas largas de prosperidad que siguieron al final de la II Guerra Mundial. Los millennials, explica Lowrey, fueron los principales damnificados por la Gran Recesión de 2008, aún no se han recuperado y se asoman en situación precaria a la que ya empieza a conocerse como crisis de 2020 (o 2021, si tarda un poco más de lo que se espera). Estamos hablando de al menos una sexta parte de la población de EE UU. Entre 55 y 75 millones de personas, según la ventana temporal precisa que se les asigne. Los psicólogos Jonathan Haidt y Greg Lukianoff los tratan sin ninguna indulgencia en su reciente ensayo La transformación de la mente moderna, editado por Deusto. Para ellos, los millennials son “hedonistas y pasivos en sus vidas privadas y violentos e intransigentes en sus actuaciones en la esfera pública”. En una entrevista para el blog tecnológico Lifehacker, Haidt afirmaba que son víctimas de la sobreprotección de sus padres.
Cuando esta generación accedió a la universidad a partir de 2003, llevó consigo su incapacidad para lidiar como adultos con problemas de adultos. Los millennials, en el retrato unidireccional y un tanto despiadado que hacen de ellos Haidt y Lukianoff, no saben discutir de manera constructiva, no gestionan bien la discrepancia y exigen respeto incondicional para lo que perciben como su propia identidad y su personal visión del mundo. Denle a esta generación desubicada unos créditos universitarios a los que resulta muy difícil hacer frente, trabajos en general mal pagados y un par de recesiones seguidas y ya tenemos el apocalipsis millennial anunciado por Lowrey.
La esperanza se traslada a la generación de los iGen, los verdaderos nativos digitales, que tal vez sí serán capaces de dar una respuesta eficaz a sus propios problemas
La congresista del Bronx Alexandria Ocasio-Cortez, de 30 años (y, en consecuencia, millennnial de pleno derecho) anunció su apoyo al precandidato demócrata a la presidencia de EE UU Bernie Sanders, de 78, con un discurso que resume la encrucijada política en que se encuentra su generación. Ante la indiferencia de nuestros padres, que ya no se preocupan por nosotros, debemos buscar una alianza con nuestros abuelos, vino a decir Ocasio-Cortez. Después de todo, Sanders fue el primero en plantear la necesidad de solucionar el problema de los créditos universitarios, esa hipoteca desmesurada que los licenciados de la generación millennial arrastran de por vida. Sin embargo, tal y como explicaba la periodista Caroline Beaton en un artículo en Forbes, parte del problema tal vez sea “que los menores de 30 años se movilizan en las calles y en las redes sociales con una intensidad sin precedentes, pero a la hora de la verdad son la generación que menos vota de la historia de Estados Unidos”. En la elecciones presidenciales de 2016, solo lo hicieron alrededor del 43% de los que entonces tenían entre 18 y 29 años.
La propia Beaton reconocía no haber votado “nunca” entre los 18 y los 26 años, convencida como estaba por entonces de que existían “alternativas más eficaces de participación política”. Hoy admite que los activistas de su generación han dado la impresión de ser “un grupo de pedigüeños sin conciencia global y sin sentido estratégico que se ha limitado a exigir que les resuelvan sus problemas”.
La esperanza se traslada a la siguiente generación, la de los iGen, los verdaderos nativos digitales, que tal vez sí serán capaces, como insinúan Haidt y Lukianoff, de hacer un uso “fértil” de la tecnología y organizarse políticamente para dar una respuesta eficaz a sus propios problemas… y a los de los demás.
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