El drama de los rohingya
Acabo de regresar de colaborar con una ONG de Bangladés en un campo de refugiados rohingya. Sus condiciones de vida son muy duras y las ayudas humanitarias apenas alcanzan para paliar sus necesidades. Me parece escalofriante que en el siglo XXI existan personas a las que se les niegue la ciudadanía y sus derechos más básicos por razones de religión y raza. La comunidad internacional debería obligar a Myanmar a que permita su regreso y seguridad. Bangladés no puede sostener mucho tiempo más esta situación. Sus ciudadanos también necesitan de ayudas, un alto índice de su población vive bajo el umbral de la pobreza. La humanidad no debería consentir que ningún niño rohingya (o no rohingya) sea despojado de su futuro. Esta situación, además, les pone en riesgo de ser captados por el yihadismo. Desde aquí ruego a los organismos oficiales que no les olviden, que posibiliten que puedan regresar a Myanmar y vivir en paz. Si deseamos un mundo mejor, no podemos cerrar los ojos ante esta tragedia.
Ana de la Vega García-Pastor
Madrid
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