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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La privacidad, en la picota

Es decepcionante que tras el hallazgo del cuerpo de Blanca Fernández Ochoa muchos tertulianos ahondaran no en su faceta como esquiadora sino en su estado anímico

Rosario G. Gómez
Blanca Fernández Ochoa, tras conseguir la medalla de bronce en la prueba de eslalon gigante en los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville (Francia) en 1992.
Blanca Fernández Ochoa, tras conseguir la medalla de bronce en la prueba de eslalon gigante en los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville (Francia) en 1992.EFE

Todo suceso que impacta en la opinión pública desata un fenómeno inversamente proporcional: cuanta menos información fiable disponible, mayor cobertura televisiva. Ocurrió con la desaparición de Marta del Castillo, de Diana Quer o de los niños Gabriel y Julen, y la misma ecuación se ha reproducido con la búsqueda de Blanca Fernández Ochoa. Los canales generalistas han dedicado sus magacines, casi íntegramente, al operativo de rescate puesto en marcha para seguir el rastro de la medallista olímpica en la sierra de Madrid. Repetición una y otra vez de las mismas declaraciones oficiales, vídeos en bucle, tertulianos de los programas del corazón especulando sobre la causa de la muerte, reporteros enviados a lugares en los que no había ni sombra de noticia...

Pocas veces se había visto en la Comunidad de Madrid un dispositivo de esta magnitud. En los cuatro intensos días de búsqueda se han desplegado medios técnicos y humanos sin precedentes: helicópteros, drones equipados con cámaras térmicas y de alta definición, grupos de alta montaña, submarinistas. Y además, decenas de voluntarios, lo que demuestra la enorme ola de solidaridad hacia la legendaria esquiadora.

Desde que la policía dio la voz de alerta sobre su desaparición se desencadenó un seguimiento abusivo y no siempre riguroso en los canales de televisión. El miércoles, tras el hallazgo del cuerpo y antes de que las autoridades hicieran público comunicado alguno, desde la pantalla se desgranaron hipótesis variopintas y las especulaciones echaron a rodar. “Es materialmente imposible que se hubiera precipitado”, sentenció un comentarista. De nada sirvieron las enfáticas peticiones policiales para que no se hicieran cábalas. Parecería que con contertulios que tan rápidamente sacan conclusiones cómodamente sentados en el estudio no hacen falta especialistas forenses.

Para el deporte español, Blanca Fernández Ochoa fue un icono, un espejo en el que se miraron muchas mujeres deportistas. Es decepcionante que tras el hallazgo de su cuerpo sin vida muchos tertulianos ahondaran no en su faceta como esquiadora sino en su estado anímico, sus fases de tristeza y sus supuestas depresiones. La privacidad, una vez más, en la picota.

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