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Columna
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La difícil petición de perdón de Jerusa a Lula

A nuestra sociedad no sólo le cuesta perdonar, sino cuestionarse a sí misma. Nos falta capacidad para saber volver atrás, para analizarnos con sinceridad

Juan Arias
El expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva gesticula durante una misa en memoria de su esposa Marisa Leticia, el pasado abril.
El expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva gesticula durante una misa en memoria de su esposa Marisa Leticia, el pasado abril.Victor Moriyama (Getty Images )

No debió ser fácil el perdón que, en 18 palabras de su cuenta de Twitter, Jerusa Viecili, la procuradora de la operación Lava Jato, pidió días atrás al expresidente brasileño Lula da Silva. Ella, junto con otros procuradores, se habían mofado con expresiones ofensivas de las muertes de tres personas queridas de Lula encarcelado: su esposa Marisa Letícia, su hermano Genival y su nieto, Arthur, de siete años. Los diálogos se conocieron a través de The Intercept y hechos públicos por la agencia UOL. 

A Jerusa Viecili no debieron serle fáciles aquellas palabras de perdón a Lula. “Me equivoqué. Es mi conciencia la que me llevó a hacer lo correcto: pedir disculpas a la persona directamente afectada, el expresidente Lula”, escribió. El hecho de que no le debió ser fácil lo revela el hecho de haber sido, que yo sepa, la única de los procuradores que tuvo esa valentía. Los demás se escondieron en el silencio.

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No le debió ser fácil a la joven procuradora pedir perdón, ya que se trata de uno de los actos más difíciles del corazón humano. Pedir perdón es mucho más duro que perdonar. Cuando perdonas a alguien que crees que te ha ofendido, en el fondo te colocas por encima de él. Le perdonas porque lo consideras culpable. Y ni siquiera ese pedir perdón incluye una confesión de culpa de aquel a quién le ofreces tu perdón. Tú eres el bueno, él fue el malo. Aquí, al pedir perdón, tú solo eres el pecador.

Y porque no era fácil esa petición de perdón a Lula, que además está en la cárcel, quizás injustamente gracias a posibles errores de quienes se burlaron de las muertes de sus familiares. Considero una injusticia el silencio que se hizo sobre su gesto de pedir perdón. Hay silencios en nuestra sociedad airada y con sed de venganza, que son ya un pecado, al igual que la incapacidad de perdonar, de llorar y de adivinar el dolor ajeno.

A nuestra sociedad no solo le cuesta perdonar, sino cuestionarse a sí misma. Nos falta, dogmáticos como somos, capacidad para saber volver atrás, para analizarnos con sinceridad, para aceptar que somos uno y varios a la vez. Que nunca somos ángeles y demonios al estado puro. Que a veces nuestras dudas valen más que nuestras certezas.

A este respecto, ofrezco a Jerusa, que tuvo la valentía, estos versos del poeta Yehuda Amichai, que recibí, en una versión traducida directamente del hebreo, de mi colega del periódico, Flávia Marreiro:

Do lugar onde sempre estamos certos (Del lugar donde estamos siempre ciertos)

Nunca brotarão (nunca brotarán)

flores na primavera (flores en primavera).

O lugar onde sempre estamos certos (El lugar donde estamos ciertos)

É batido e duro (Es uniforme y duro)

Como um pátio. (Como un patio)

Mas dúvidas e amores (Pero dudas y amores)

Esfarelam o mundo (Mecen el mundo)

Como uma topeira, um arado (Como un mole, un arado)

E um murmúrio será ouvido no lugar (Y se escuchará un murmullo en el lugar)

Onde havia uma casa - (Donde había una casa)

destruída. (destruida)

Nuestra sociedad necesita más mirar sin miedo a la cara que a las zonas de sombra de las personas. Necesita escandalizar perdonando más que siendo admirada cuando se venga, cuando desprecia u ofende. Todos estamos hechos del mismo barro. Las lágrimas son amargas para todos. Llorar, pedir perdón, retractarse cuando estamos ciertos de habernos equivocado, no es debilidad, sino fuerza capaz de mover el mundo.

Quizás el pedir perdón sea el acto más noble y sublime. Equivocarse es humano. Reconocerlo es divino. ¡Gracias, Jerusa! Y es gracias a la procuradora que tuvo la valentía de pedir perdón quizás tengamos que darlo un día a Lula, a quien ella le ha pedido perdón por haberle herido en sus sentimientos más íntimos. Quizás un día le toque a Lula también perdonar.

En una entrevista a BBC News Brasil, Lula al saber lo de Jerusa, había anticipado que los procuradores “deberían pedir disculpas al pueblo brasileño por el mal que ellos causaron” y añadió: “Cuando las personas empiezan a arrepentirse es buena señal”.

Es posible que un día, no lo sé, el expresidente sea considerado inocente o condenado sin pruebas. Como hoy he querido comentar la noticia del perdón pedido por Jerusa, me gustaría, en aquel momento, si aún escribo, poder dar también esta noticia: “Lula ha perdonado a quienes un día lo condenaron injustamente”.

Mientras tanto, para la procuradora Jerusa, que tuvo la valentía de pedir perdón a Lula, estas palabras de un romance de la inmortal Clarice Lispector:

Não sei qual é a minha culpa, mas peço perdão. (...) (No sé cual es mi culpa, pero pido perdón)

Não sei perder minha vida. (No sé perder mi vida).

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