Aragón (no) es nuestro Ohio
Ni hay centroderecha dispuesto a asumir riesgos ni partidos autonómicos, más allá del PNV, sino 'indepes' hostiles al ordenamiento constitucional
Javier Lambán ha logrado la investidura apoyado en un pacto múltiple. Los 36 votos salen del PSOE, Podemos-Equo, CHA e IU, pero también de un partido de centroderecha como el PAR. Paradójicamente es más fácil pactar un tetrapartito al modo de Lambán que negociar con un solo partido como Sánchez, al menos si ese partido está en un extremo. Lambán, de hecho, aludió hasta cuatro veces a la centralidad y transversalidad. Eso son los soportes retóricos que facilitan los acuerdos, con esa "ley secreta de las coaliciones", formulada aquí por Víctor Lapuente, que tiende a huir de los extremos hacia el centro.
Tiempo atrás, un buen puñado de politólogos y sociólogos —Alberto Penadés, José Fernández-Albertos, Sandra León, Ignacio Urquizu, Victor Lapuente, Lluís Orriols y otros tantos— publicó un ensayo revelador titulado Aragón es nuestro Ohio. Si en Estados Unidos, desde las elecciones presidenciales de 1964, el candidato que vence en el Estado de Ohio acaba en la Casa Blanca; en España, desde 1977, quien gana en Aragón se aloja en La Moncloa. Sin embargo, la solución de Lambán no puede reproducirse. Parafraseando el título del libro, esta vez Aragón no es nuestro Ohio, porque aquel pacto es imposible para gobernar España. Ni hay centroderecha dispuesto a asumir riesgos ni partidos autonómicos, más allá del PNV, sino indepes hostiles al ordenamiento constitucional. De ahí que al pacto virtuoso de Aragón en Madrid se le llame Frankenstein.
No se trata del programa. De hecho los cuatro partidos de la mayoría no llegaron a firmar el martes, como estaba previsto, y aún está por ver que lo hagan ya, aunque el documento de 132 medidas incluya demandas históricas, desde el eje Cantábrico-Mediterráneo a los hospitales de Teruel y Alcañiz. Hay muchos consensos sociales pero diferencias fiscales. Con todo Lambán ha hecho el elogio de los “grandes acuerdos transversales” por supuesto sin ahorrarse ningún fetiche en los tres ejes de la agenda "social, verde y digital", la consolidación del Estado del bienestar, la apuesta por la sostenibilidad y las nuevas tecnologías, la corrección de los desequilibrios del territorio... Todo eso que hoy no deja de mencionar ningún candidato, ya sea Moreno Bonilla o Torra, Urkullu o Page. O Sánchez, dirigiéndose a la vez a la derecha y a la izquierda.
Se trata de voluntad política y Aliaga, presidente de un partido moderado como el PAR, dejó una lección —tras presumir de su larga tradición de acuerdos, cuatro veces con el PP, "algunos con funesto resultado", y tres con el PSOE— dirigida a los partidos de la derecha: "Pactar no significa renunciar a la propia entidad sino encontrar puntos de encuentro”. Nada que pudiera impresionar al portavoz del PP, que denunciaba allí “un acuerdo contra natura”, algo previsible considerando que el PP acaba considerando contra natura todo lo que sea no detentar el poder. “Usted es Pedro Sánchez”, remató. Sin atreverse a llamarlo Frankenstein, queda dicho. Ciudadanos se apunta al bombardeo. Se ve que pactar con Vox les parece más natural que un pacto del PSOE con IU o con Podemos, aunque no haya indepes o bilduetarras. Todo pacto socialista es, por fas o por nefas, un fraude.
Sánchez no va a poder celebrar lo de Lambán pensando que Aragón sigue siendo nuestro Ohio y él también puede ser investido y asegurarse la Moncloa. Su ecuación no cuadra.
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