Ha tenido tiempo
Igual que se trabaja contra los imanes que braman a favor de la yihad, se debería sacar del púlpito a los religiosos católicos que hablan contra la igualdad y los derechos humanos
Ha tenido tiempo para desdecirse el arzobispo de Burgos, Fidel Herráez. Y no lo ha aprovechado. Más de dos años desde que en enero de 2017 hizo pública una carta en la que instaba a las jóvenes víctimas de violación a morir defendiendo su virtud.
El salvaje arzobispo ya tenía en su nómina de mártires a una pobre víctima del conocido como violador del ascensor. Y está claro que las prefiere muertas pero puras, antes que vivas y capaces de denunciar al maldito autor de una violación.
Dan que pensar las razones del arzobispo. Porque ese hombre es gente, manda mucho en la Iglesia, y manda todo en la de Burgos. Es cualquier cosa menos un mindundi. Le escuchan con atención los cristianos que acuden a las parroquias de toda la provincia. Y el cogollo de sus razones reside en que carece de ellas. ¿En qué cabeza cabe que sea preferible la muerte de una víctima a su presunta impureza?
No es tiempo, realmente nunca lo fue, de quemar iglesias. Pero sí debería ser tiempo de quitar el púlpito a tipos así. La democracia española no se ha resentido por el hecho de trabajar contra los imanes que braman a favor de la yihad. ¿Por qué no se hace lo mismo contra los religiosos católicos que lanzan su propia versión de lucha contra la igualdad, la decencia y los derechos humanos?
No es ninguna broma. Según el CIS, un 66% de los españoles se declaran católicos, y un 22% lo son en grado de practicantes. O sea, que más de un 20% de la población tiene un riesgo severo de ser influido por predicadores como Fidel Herráez.
Si atendemos a esas estadísticas al tiempo que a las que demuestran que más o menos un 20% de los jóvenes defienden actitudes machistas hacia su pareja, podemos cerrar muy fuerte los ojos, pero vivimos una verdadera situación explosiva. Que sea menor que la existente hace veinte años, no le quita gravedad a la cosa. Hay un importante sector de la población abandonado por el Estado en su situación salvaje, en manos de arzobispos sin escrúpulos, como el de Burgos.
Con la llegada del calor, las mujeres españolas vuelven a sufrir una cacería callejera llamada piropo, o sea, grosería sexual agresiva. ¿Hasta dónde tienen que sufrir esos ataques las mujeres en España para ser dignas ante los ojos de un arzobispo?
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