Mal de Amores
A Juan Ramón Amores le diagnosticaron ELA hace casi cuatro años y le dieron solo tres de vida. Es el nuevo alcalde de La Roda por mayoría absoluta


El martes amanecí de malas. Se me pegaron las sábanas después de no pegar ojo en toda la noche viendo fantasmas. Cambié de suavizante y me quedó el pelo para matarme. Estrené sandalias y me hicieron mataduras de mula. Tuve que ir lo primerito a un cajero por no tener ni para un café en la cartera. Reposté in extremis rezando para llegar a la gasolinera por haber apurado el depósito hasta las heces. Me comí un atasco de hora y media por un accidente donde había habido chicha, y, para colmo de fatalidades, al llegar al curro, me dejé las llaves de la taquilla en el garaje y tuve que bajar a por ellas porque me vino el mes tras varios sin noticias justo el día que se me había ocurrido ponerme pantalón blanco. O sea, un horror, te lo juro. Y, encima, tenía que ir a la radio a perorar de los enjuagues, perdón, pactos, de los políticos. Un planazo, vamos.
Estresadísima y quemada, de tal guisa estaba cuando llegué al estudio de La ventana, en la SER, y me encontré con el jefe Carles Francino charlando con un político, en efecto, y se me quitaron los males de cuajo. Al invitado, Juan Ramón Amores, de 42 años, le diagnosticaron ELA hace casi cuatro y le dieron solo tres de vida. Desde entonces, con su fatal destino descrito implacablemente en cualquier página médica, Amores ha tenido el coraje de seguir en su cargo de consejero de Deportes de Castilla-La Mancha, darle una hermanita a su hijo de 5 años, presentarse a las municipales y ganar la alcaldía de su pueblo, La Roda, en Albacete, por mayoría absoluta. Helada y abochornada al tiempo, solo alcancé a preguntarle a qué clavo o credo se agarra para levantarse por las mañanas. “Ahora mi religión es la vida. No dejéis que os golpee para vivirla como merece. Nadie ha vivido mañana”, exhortó a la audiencia con la voz ya herida por la fiera. El mal de Amores no tiene cura por ahora, de acuerdo. Pero el nuestro tampoco. No aprendemos.
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