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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por todos mis compañeros

No habrá nunca un periodo en la vida en el que la amistad sea tan relevante, tan significativa para el presente, tan despojada de intereses materiales como la infancia

Rene Bernal (Unsplash)
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Es proverbial la capacidad de los niños para hacer amigos, su maravillosa facilidad para convertirse en compañeros de juegos, tan importantes en su desarrollo y tan necesarios para las emociones y su gestión. ¿Quién no recuerda a su mejor amigo de la infancia? ¿Quién no se acuerda de su juego favorito? ¿O de ese compañero de pupitre que nos ayudaba en la tarea? ¿De los códigos que regulaban el juego y lo hacían divertido y especial? Churro media manga o mangotera, la pochas, tú la ligas… son palabras que no se olvidan, recuerdos eternos como el escondite inglés, el bote, las canicas o la comba.

Es tendencia natural de nosotros, los adultos, olvidar esa fase de nuestra vida. El mismo Antoine de Saint Exupéry contaba en otra cita de El Principito que “todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque no lo recuerden)”. Reconocemos la infancia únicamente como parte de un periodo de formación. No vemos en ella lo que somos ahora salvo para resaltar lo negativo, con expresiones como “cargo esos traumas desde la infancia”. Y, sin embargo, no habrá nunca un periodo en la vida vida donde la amistad sea tan relevante, tan significativa para el presente, tan despojada de intereses materiales, ni el juego sea lo más importante desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Jugar, jugar, jugar….

El artículo 31 de la Convención Sobre los Derechos del Niño recoge también ese derecho al juego, al esparcimiento. Un derecho olvidado por los estados partes signatarios de este tratado. Un informe realizado el año pasado por los investigadores Jaume Bantulà, de la Universidad Ramon Llul, y Andrés Payà, de la Universidad de Valencia, y presentado al Comité de los Derechos del Niño en Ginebra, destacaba: “En dos terceras partes de los 111 informes de seguimiento sobre la situación de la niñez que los estados remitieron al Comité de los Derechos del Niño entre 1992 y 2013 para explicar la situación de la infancia en su país no se hace mención alguna al derecho al juego; pero es que en el 90% de las observaciones del Comité a 110 de esos informes, tampoco”. El mismo texto señalaba que lo más importante para el desarrollo de ese derecho es tener espacio, tiempo y compañeros de juego, es decir, otros niños.

Reconocemos la infancia únicamente como parte de un periodo de formación. No vemos en ella lo que somos ahora salvo para resaltar lo negativo

Hace unos años nuestros compañeros de Unicef Hong Kong pidieron en una campaña de defensa del derecho al juego que se dedicara al juego libre al menos una hora al día, dadas las enormes responsabilidades de los niños en la escuela y en las actividades extraescolares. Un buen ejemplo también para nosotros.

Desde Unicef Comité Español hemos recuperado ese espíritu en la campaña #PorTodosMisCompañeros, que recoge en una frase todo lo que define a Unicef como organización de defensa de los Derechos de la Infancia.

Por todos mis compañeros significa incluir a todos los niños estén donde estén, defender todos sus derechos: supervivencia, protección, desarrollo y participación. Condensa lo que pretendemos sea un canalizador de toda la energía de la sociedad para construir un mundo más justo para niños, niñas y adolescentes. Pero también nos llama a los adultos a reconocernos como ese niño o niña que fuimos a través del juego y su maravilloso espíritu de compartir, aprender, crecer y solidarizarnos con el otro, gritando por mí y por todos mis compañeros, sean quienes sean y estén donde estén.

Javier Martos, director ejecutivo de UNICEF Comité Español

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