El casting electoral
Los fichajes políticos se han convertido en una competición mediática
Los fichajes electorales se han convertido en una competición mediática. La elaboración de las listas siempre ha tratado de captar el interés del electorado, ocasionalmente con la incorporación de algún independiente, ya fuera con carácter simbólico o en puesto de salida destinado a un cargo, pero su fuerza emanaba de la aristocracia de los partidos, o, si se prefiere, de la nomenclatura. De un tiempo a esta parte, sin embargo, la casta se blanquea detrás de fichajes estrella y golpes de efecto. Las listas parecen confeccionarse a modo de casting, para triunfar en la pasarela mediática. La lógica del espectáculo manda. Claro que ¿por qué las listas iban a ser una excepción? El espectáculo dicta cada vez más la estrategia política, orientada en todos los sentidos al homo videns (Sartori) más que al homo sapiens.
El fichaje de Ángel Garrido es un nuevo golpe de efecto, no tanto porque se pase una figura estelar –pongamos Figo– pero sí alguien muy reconocible del equipo rival –pongamos Luis Milla– cuya fuga proyecta, por tanto, una debilidad. Es, además, un espejo incómodo para Casado, que tomó la decisión de defenestrar al presidente de la Comunidad de Madrid, tomando riesgos innecesarios, para colocar a una política de escasa trayectoria, solo por su carisma mediático al convertirse en video star de ‘la derecha sin complejos’ a la medida de Vox. Esa humillación no sale gratis. Y Ciudadanos ha querido anunciarlo tras los debates, como penúltimo impacto. Ya se verá si cala en los espectadores –las campañas cada vez se dirigen menos a los ciudadanos, y más a los espectadores– que tienden a ser desmemoriados y con baja conciencia, como apunta Vargas Llosa en La civilización del espectáculo. Es poco probable que recuerden los días en que Garrido despreciaba a Ciudadanos como secta de chupacámaras del populismo pop.
Toreros, tertulianos, militares, empresarios… esta vez la tómbola de rostros mediáticos, en algunos casos subastados con descaro, ha llegado más lejos que nunca. Ciudadanos ha anunciado en su lista europea a Savater, un nombre de alto prestigio, pero se impone lo mediático. El PP ha apostado por tertulianos como Montesinos o Edurne Uriarte, que irán a San Jerónimo como podían haber ido a la lista de finalistas del Planeta. También al torero Miguel Abellán, para contrarrestar la figura de Morante para Vox, que ha apostado por militares ultramontanos. Ciudadanos ya se anticipó con Toni Cantó o Felisuco, y esta vez presume del empresario Marcos de Quinto, la activista gitana Sara Giménez o Edmundo Bal de las bambalinas del juicio del procés. Neil Postman intuyó, tiempo atrás, que la clase política acabaría por querer estar en el show de Oprah antes que en Harvard, como aquí en El Hormiguero antes que en un Aula Magna. ¿De qué nos reímos y en qué momento dejamos de pensar?, se preguntaba Postman al constatar que los criterios del show business habían colonizado también la política con la anuencia del público.The show must go on.
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