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Melinda: la roca de la filantropía y del matrimonio Gates

La esposa del magnate habla de su vida en familia al cumplir 25 años con uno de los hombres más poderosos del mundo

Bill Gates su esposa Melinda Gates en el BNP Paribas Open de tenis el pasado marzo.
Bill Gates su esposa Melinda Gates en el BNP Paribas Open de tenis el pasado marzo. John Cordes (ZUMAPRESS.com / Cordon Press)
María Porcel
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Bill Gates, el empresario tecnológico segundo hombre más rico del mundo, no se encuentra solo ante la tarea de mejorar el mundo a través de su fundación. A su lado —que no detrás de él— está Melinda Gates, con la que comparte objetivos, vida y familia desde hace ahora un cuarto de siglo. Una figura quizá más desconocida, la de Melinda, pero cuyo discurso inclusivo, feminista y claramente antiTrump genera gran interés

Bill, de 63 años, y Melinda, de 54, tienen tres hijos en común (Jennifer, de 22 años; Rory, de 19; y Phoebe, de 16) y han pasado 25 años juntos. Esas son algunas de las cifras que marcan sus vidas, pero las hay más mareantes: amasan una fortuna de 86.200 millones de euros, lo que les ha hecho ser durante 12 años los más ricos del planeta. A lo largo de su vida, han donado 36.000 millones de dólares en acciones a la Gates Foundation. La familia vive en una mansión en Seattle (al noroeste de Estados Unidos) con 24 baños y un gimnasio de 230 metros cuadrados.

Pero los números no lo son todo. Melinda viene de un entorno normal. Nacida en Texas, de padre ingeniero y madre ama de casa, trabajó desde muy joven para ayudar en casa y contribuir a pagar sus estudios. Por eso, quizá, no le ha bastado con una gran fortuna, un puñado de lujos y una retirada a pronta edad para cumplir sus expectativas vitales. Un viaje a África poco antes de casarse con Bill les abrió los ojos para descubrir lo que era la desigualdad y ver que había que invertir en todo lo que han invertido. Pero, ¿cómo se sobrelleva vivir en una casa con cine privado un día y estar al siguiente ayudando a mujeres a sacar agua sucia de un pozo en un poblado africano? Melinda Gates trata de tomárselo con filosofía, meditación y alguna que otra lágrima.

Ella misma contó en una reciente entrevista con el diario británico The Times que son lecciones que se aprenden. “El mejor modo de llevarlo es vivir la vida familiar que te gustaría”, explicó. Sin concesiones absurdas. Sus tres hijos tampoco le dan cancha en ese aspecto. “Si dices algo un poco fuera de tono o escribes un buen discurso y llegas a casa un poco hinchada, te van a llamar la atención a la hora de cenar. No creen que seas tan estupenda”, aseguró.

La educación de sus hijos

Criar a sus chicos así no ha sido fácil. Ha tenido que luchar contra ella misma (“He trabajado mi perfeccionismo. Ahora lo dejo correr. Sé que no soy perfecta. Ni siquiera me acerco. Tengo días buenos, días malos y no pasa nada”), pero también contra los fantasmas de su marido. Él no tenía claro si casarse con ella, pero no por su relación, sino por ser capaz de “lograr el equilibrio entre trabajo y vida familiar”. Parece que lo han logrado.

Han educado a sus hijos en la igualdad, la unión familiar, la desconexión — los móviles, apagados a partir de cierta hora de la noche— y una herencia de apenas 10 millones de dólares. Han decidido exponerlos lo justo ante el ojo público. Hay pocas fotos de los cinco juntos y los escolarizaron bajo el apellido de soltera de su madre, French. “Sueles darte cuenta pronto de cómo es la gente. Les he enseñado a tener un radar rápido para saber quien les quiere por sí mismos y quien está interesado en ver su casa, conocer a su padre…”, aseguró.

Melinda Gates se vio sola con el nacimiento de su hija mayor. Invisible. Lo cuenta en su reciente libro (No hay vuelta atrás: el poder de las mujeres para cambiar el mundo, Editorial Conecta). Pese a que reconoce que convivir con su marido es fácil, también adaptó sus dinámicas en pos de la igualdad. Por ejemplo, cansada de ir y venir al colegio de su hija Jennifer y tardar 45 minutos en el trayecto, le pidió a él que se encargara un par de veces por semana. Entonces, notaron que cada vez más padres se responsabilizaban de esa tarea. Ella preguntó a una madre, que respondió: “Cuando le vimos conduciendo, les dijimos a nuestros maridos: ‘Bill Gates está llevando a su hija al colegio, tú también puedes”.

No hay como el ejemplo, más si viene del poderoso. Por eso habla sin tapujos en libros y entrevistas de repartir la riqueza, de empoderar a la mujer o del daño que está haciendo Donald Trump. Ella, que lleva 25 años trabajando con demócratas y republicanos, se dice “terriblemente decepcionada con esta Administración”. “Buena parte de los servicios de contraconcepción que existen en EE UU han sido desmantelados”, cuenta a The Times. “Es increíble”.

En una época en la que los magnates tecnológicos se han convertido en las nuevas estrellas cuando se codean con actores, cantantes y políticos en las fiestas de Hollywood, y sus divorcios llenan las páginas de los tabloides, Melinda Gates y su familia están en un lugar muy distinto de todo ese ruido. “Hemos llegado a un punto de nuestra vida en el que Bill y yo podemos reírnos de las mismas cosas. Y créeme, hubo días muy duros en nuestro matrimonio en los que te planteabas: ‘¿Podremos con esto?”.

El viaje a Tanzania que cambió su vida

Melinda Gates ha relatado que su primer viaje a África cambió su modo de entender el mundo y les dio un objetivo. Era 1993, los prometidos contaban 29 años y visitaron Tanzania. "Fuimos de vacaciones para ver animales, pero tuvimos nuestro primer encuentro con la pobreza extrema y nos impactó", escribió Bill en su blog. Tras aquella experiencia, comenzaron a interesarse por la desigualdad y leyeron varios artículos que hablaban de cómo enfermedades erradicadas hacía tiempo en Estados Unidos mataban niños en el continente. El año siguiente crearon su fundación con el nombre del padre de Gates y en 2000 la rebautizaron con los suyos. Los tres hijos del matrimonio fueron conscientes pronto de que no heredarían el dinero de sus padres, sino que un buen pellizco iría a la organización, cuyos pilares son el desarrollo sostenible, la salud global y la igualdad de género. Los tres han acompañado a sus padres en algún viaje. En junio de 2006 Bill Gates anunciaba que daba un paso atrás en su compañía para centrarse en su faceta filantrópica. Es el mayor donante privado del mundo.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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