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Columna
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Nostradamus y Vox

En España nos hemos radicalizado más en cuatro meses que otros países en cuatro décadas de convivencia con la extrema derecha

Víctor Lapuente
Ni Nostradamus podría predecir el resultado de Vox en las elecciones del domingo.
Ni Nostradamus podría predecir el resultado de Vox en las elecciones del domingo.

Hace 500 años, Nostradamus profetizó el incendio de Notre Dame, pero hoy martes no podría predecir el resultado de Vox en las elecciones del domingo. La incertidumbre que rodea a una formación con tanto ascendente mediático y tan pocos antecedentes electorales hace que hasta nuestro mago de la numerología, Kiko Llaneras, les pronostique una horquilla de escaños muy amplia. Pero, obtenga 10 o 50 diputados, Vox será el triunfador de estos comicios. Porque en política no gana quien saca más votos, sino quien transforma más las políticas. Y, desde la campaña de las andaluzas, Vox ha determinado la agenda política, por activa y por pasiva.

Esta victoria de Vox no es un fenómeno nacional. Forma parte de una extraña tendencia global que está rompiendo la primera ley de la física política, aquella que dice que los partidos nacen en los extremos y, a medida que crecen, la gravedad los atrae hacia el centro.

En un estudio sobre la evolución ideológica de 68 partidos en 17 democracias a lo largo de varias décadas, Markus Wagner y Thomas Meyer observan que, con el paso del tiempo, los partidos de ultraderecha no se moderan, sino que se radicalizan. Son más duros contra los inmigrantes, más autoritarios y más tradicionalistas. En general, los partidos nuevos, al madurar, tienden a diversificar su mensaje. Los Verdes empezaron insistiendo en un tema (la protección del medio ambiente), pero, con los años, se han adentrado en otros, como la desigualdad económica. Sin embargo, la ultraderecha no necesita moverse de su “nicho”, el eje cultural-autoritario, para ganar adeptos.

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Wagner y Meyer encuentran que, tras la irrupción de una formación de ultraderecha, los partidos de centro-derecha, pero también los de centro-izquierda, acercan sus políticas a las de los radicales. Y no al revés. Otro efecto es que los partidos de toda la vida otorgan más peso en sus programas al nicho cultural que al económico. Un nicho que, por cierto, suele ser su tumba. Pero esta es la nueva ley de la política: con la extrema derecha, no es Mahoma quien va a la montaña, sino la montaña quien va a Mahoma. En España, con la deriva nacionalista del PP, de Ciudadanos (y de algunas voces del PSOE), nos hemos radicalizado más en cuatro meses que otros países en cuatro décadas de convivencia con la extrema derecha. Miedo da vaticinar cómo estaremos en cuatro años. @VictorLapuente

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