Cinturón sanitario
Quienes se acercan a los nuevos partidos nacionalpopulistas corren el riesgo de entregarles la hegemonía ideológica
Las elecciones generales celebradas este pasado domingo en Finlandia trascienden largamente el marco estricto del país nórdico, gracias a unos resultados que constituyen a la vez una primera vuelta respecto a las elecciones europeas del 26 de mayo —una circunstancia que Finlandia comparte también con España— y una expresión de las principales tendencias que tensionan prácticamente todos y cada uno de los sistemas políticos de los todavía 28 socios de la Unión.
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Los resultados reflejan ante todo que la polarización del electorado se consolida, tal como se ha reflejado en el reparto del voto entre la izquierda socialdemócrata y europeísta y la extrema derecha xenófoba del partido de los Verdaderos Finlandeses. El principal objeto de la disputa polarizadora que ha motivado a los ciudadanos ante las urnas ha sido en este caso la política para combatir el cambio climático adoptada por todos los partidos a excepción de los Verdaderos Finlandeses, que consiguen un alarmante incremento de votos con su mensaje de que resulta histérica la reacción convencional ante las profundas modificaciones que está sufriendo el clima.
Será el líder socialdemócrata el encargado de formar Gobierno, pero son solo un diputado y 6.000 votos los que le separan del líder extremista, por lo que no puede descartarse ningún escenario en un Parlamento tan fragmentado. El paralelo hundimiento de la derecha liberal y europeísta, responsable de las recientes políticas de austeridad, es un mal presagio para el europeísmo, atacado simultáneamente desde ambos flancos del arco ideológico por sus políticas económicas y migratorias.
Estos resultados obligan a revisar las actitudes y alianzas de los partidos democráticos y liberales con las formaciones populistas que se alejan cada vez más del núcleo de valores europeos. Los Verdaderos Finlandeses utilizan en su programa elementos antiausteridad que comparten con formaciones de izquierda, pero son fundamentalmente un partido conservador, nacionalista y xenófobo. Como está sucediendo en otros países, el breve paso de este partido extremista por el Gobierno de 2015 a 2017 y sus buenos resultados desde 2011, cuando empezó la crisis económica, le han proporcionado un caudal de credibilidad, incrementado por su capacidad para conducir la agenda política.
Los partidos conservadores y liberales europeos se encuentran ahora con un dilema, que las elecciones en Finlandia han situado en primer plano. Quienes se acercan a los nuevos partidos nacionalpopulistas, a veces hasta el punto de construir alianzas parlamentarias e incluso de Gobierno, corren el riesgo de entregarles la hegemonía ideológica y, después, un electorado siempre dispuesto a elegir los programas más auténticos y con frecuencia más radicales. La controvertida cuestión de establecer un cinturón sanitario, que constituya una barrera a los pactos con las emergentes extremas derechas europeas, está más que nunca en el orden del día, en Finlandia y en toda Europa.
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