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Columna
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Convivir con el multipartidismo

Los partidos han aprendido que la mayor parte de sus votantes entienden que la sociedad es ideológicamente plural

José Fernández-Albertos
García Egea (PP), y Ortega Smith (Vox) intercambian los papeles del acuerdo en Andalucía.
García Egea (PP), y Ortega Smith (Vox) intercambian los papeles del acuerdo en Andalucía.PACO PUENTES

Cuando hace unos años emergieron Podemos y Ciudadanos, muchos alertaron sobre los riesgos que el multipartidismo implicaba para nuestro sistema político. Supuestamente, ni nuestras instituciones ni nuestra cultura política estaban preparadas para gestionar la pluralidad ideológica con la que había sabido convivir la mayor parte de Europa en el último siglo. “Nuestro sistema electoral hace difícilmente sostenible el multipartidismo”, “no entendemos que no gobierne el partido que saque más votos”, “nuestros partidos no saben compartir el poder”, leíamos un día sí y otro también.

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Todos estos agoreros ignoraban, en primer lugar, nuestra propia experiencia. Como muestra Amuitz Garmendia en el último Informe sobre la democracia de la Fundación Alternativas, un tercio de nuestros Gobiernos regionales desde la restauración de la democracia han sido de coalición, y no pueden ser vinculados a un peor desempeño institucional en sus respectivas comunidades autónomas.

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En solo cuatro años, hemos ido además normalizando el multipartidismo. Ciudadanos y Podemos, cuyo rechazo al PP y al PSOE los llevó a no entrar en ningún Gobierno liderado por los dos grandes partidos hace cuatro años, participan hoy en Gobiernos regionales y en sus campañas defienden abiertamente su entrada en Gobiernos de coalición en el ámbito nacional. Aunque haya sido por conveniencia política, el corrosivo discurso de los “pactos de perdedores”, las “negociaciones en los despachos” y sobre la supuesta ilegitimidad de los Gobiernos que no incluyan a la “lista más votada”, incompatibles con el parlamentarismo multipartidista, han desaparecido. Por último, los partidos han aprendido que la mayor parte de sus votantes entienden que la sociedad es ideológicamente plural, y toleran el diálogo y el acuerdo con otras fuerzas si eso contribuye a sacar sus políticas adelante.

No todo son buenas noticias. La experiencia europea muestra que las sociedades democráticas pueden convivir con la fragmentación, pero también que es más difícil de gestionar si viene acompañada de una polarización extrema. La estigmatización de los adversarios políticos como enemigos del país o que la campaña gire más en torno a los vetos y las políticas de alianzas de cada uno que sobre sus propuestas y prioridades son motivos para la preocupación.

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