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Columna
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Alma hecha gesto

Provoca más indulgencia mantener dos ideas opuestas, una para practicarla y otra para predicarla, que la renuncia a una de ellas, especialmente si da placer o dinero

Manuel Jabois
Rafael Sanchez Ferlosio firmando ejemplares en la Feria del Libro en 2016.
Rafael Sanchez Ferlosio firmando ejemplares en la Feria del Libro en 2016.Jaime Villanueva

Existen pocos diagnósticos mejores de la vida española, en especial en lo que se refiere a las artes o a los oficios que algunos pretenden artísticos, entre ellos también por desgracia el periodismo, que el que hizo hace una década Andrés Trapiello en Diario de Pontevedra: “Yo ironizo con esos hombres que quieren parecerse a Bogart en la pantalla, pero luego quieren llevarse a la Lauren Bacall real a la playa de Malibú real. Quieren ser unos fracasados en la pantalla y unos grandes triunfadores en la vida. Gente que ha mitificado el fracaso en la literatura, pero luego quieren vivir como rajás en la vida real, y recibir premios y estar en todas. Gente que dignifica el fracaso literariamente, pero que piensan obtener con el fracaso grandes éxitos”.

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Pienso mucho en esas frases de Trapiello porque por todas partes uno se encuentra almas torturadas que sufren escribiendo, gobernando, rodando o lo que sea que hagan, actividades que detestan y califican de calvario, mientras declaran qué felices serían en el anonimato lejos de los aviones, las conferencias y esos fans tan pesados que hacen cola para conocerlos; en cuanto llegan a su hotel, sacan la calculadora y corren a seguir haciendo lo mismo, que suele ser el “grotesco papelón de literato” que percibió Rafael Sánchez Ferlosio que estaba haciendo después de la publicación de El Jarama.

No solo percibió qué era para él aquello, sino que le puso nombre, decidió que no le gustaba, ni el papelón ni la novela, y se encerró en sus aposentos privados en gesto de renuncia pública. Eso, quizá, es lo que yo destacaría de él hoy, cuando ya se ha destacado casi todo: el prestigio no de la contradicción, sino de la rectificación. Que alcanzó su vida, su obra y muchas de sus convicciones, ideas que él tenía y que evolucionó con naturalidad y sin ese miedo tan español a que la rectificación sea tratada como paso atrás, cobardía o sumisión.

De tantas cosas que hay que admirar de Ferlosio, esa es especialmente oportuna en estos tiempos en los que el “haz lo que yo diga, no lo que yo haga” o el “me contradigo porque contengo multitudes” ha provocado un estallido de desacomplejados según el cual tiene más reconocimiento social la doble moral que el abandono. Provoca más indulgencia mantener dos ideas opuestas, una para practicarla y otra para predicarla, que la renuncia a una de ellas, especialmente si da placer o dinero.

Ferlosio pudo, como hacen tantos políticos (“no tengo ambición de poder, pero mis compañeros me lo piden”), escritores (“la novela está muerta y el mundo literario podrido, cómprame un libro y hazme una entrevista”) o lo que sea a que se dediquen, retroceder y avanzar, amagar y no dar, sufrir mucho artificialmente mientras empezaba una brillante carrera literaria que cambió por otra más oscura, sin tantos oropeles, que fue digna de tanto o más reconocimiento por lo que tenía de auténtica.

Lo había mandado todo a paseo sin marcha atrás, y cuando tuvo que avergonzarse de algunos de sus escritos y de algunas de sus ideas, y avergonzarse de sí mismo sin razón o con ella, lo dijo con una naturalidad que debería de servir como lección a quienes consideran que el prestigio se gana no moviendo una palabra o una coma; todos representantes del desplante, como el propio Rafael Sánchez Ferlosio dijo en un artículo que enterraba su antigua y prolífica pasión taurina: el ahí queda eso como “paradigma del alma-hecha-gesto de la españolez”.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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