Órdago desesperado de Rivera
Ciudadanos trata de huir hacia adelante, a la vista de que Vox ha destrozado su estrategia hasta ahora
Solo hay una hipótesis verosímil para la maniobra de Rivera: la desesperación. Y concretamente la desesperación demoscópica. Las encuestas, día a día, le enfrentan a heraldos negros como al poeta César Vallejo. Ya no se trata de las expectativas frustradas del sorpasso, algo que han acabado por asumir desde la moción de censura, sino de la hemorragia constante tras la irrupción de Vox y su éxito andaluz. El votante de derecha que ha huido del PP tiene otra marca refugio, y Abascal se ceba con “la veleta naranja”. Por más que Rivera clame ¡solo con la derecha! o ¡somos derecha genuina! no acaba de funcionar. Para el votante de derecha queda la sombra de la duda, y el mensaje de Ábalos señalándolo como socio es como el vinagre de la crucifixión. Por eso Rivera añadió en su mensaje ese “os pido con toda humildad que confiéis en mí; no os vamos a defraudar”. Sabe que esa desconfianza es su problema, y un serio problema.
Lo que Rivera ha llamado “emergencia nacional” no es sino “emergencia demoscópica”. El patriotismo, como se ha advertido desde el doctor Johnson, es un valor refugio incluso para los canallas: envolverse en la bandera ha sido siempre un salvoconducto para escapar. Y Ciudadanos trata de huir hacia adelante, a la vista de que Vox ha destrozado su estrategia hasta ahora. En algunas encuestas resisten como tercer partido, con tamaño mediano, pero en otras baja a la tercera franja con un cierto retorno del bipartidismo. Los partidos de la nueva política han acumulado mucho pasivo en el balance. Y en definitiva Ciudadanos ha perdido mucho swing, mucho encanto.
El PP ha recibido con frialdad la oferta. Lógico. Naturalmente el PP sabe que la vía andaluza es la única alternativa para la derecha, y que efectivamente si Casado gobierna, será con Rivera; tanto como Rivera sabe que si está en el Gobierno, será como vicepresidente de Casado. Cuando el PP ha respondido que “ahora es tarde” no se trata de un desplante, aunque lo sea, sino de la constatación de lo obvio: sin la alianza de las derechas en las papeletas, es muy probable que pierdan el Senado y se dejen muchos escaños. De ahí que el PP apele al voto útil, o sea, a la inutilidad de votar C’s y Vox para frenar el Gobierno Frankenstein. Mientras Rivera dice ‘o C’s y PP o Sánchez’, Casado dice ‘o Casado o Sánchez’.
“Creo que tenemos la legitimidad y la autoridad de intentar ganar… y que los españoles decidan si lo encabeza Ciudadanos o el PP”. Es verdad, pero ese es ya el discurso de quien sabe que va a perder. Nada más derrotista que proclamar que es indiferente votar Cs o votar PP. Cuando añade “es mejor que lo encabece un partido limpio, un partido liberal, moderno, europeísta y que ha plantado cara a los nacionalismos”, cualquiera podía intuir que “es mejor, pero ya sabemos que no será así”. Ciudadanos se ha rendido, cuando menos a la evidencia. El precio ha sido alto. Aferrarse a la lógica de bloques vacía el centro, que es el espacio de los consensos, para ir al choque polarizado de izquierda/derecha. Rivera ya no se ve capaz de liderar una alternativa de Gobierno, así que se ofrece como muleta para una alternativa al Gobierno.
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