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1999: el año en que murió el cine adolescente tal y como lo conocíamos

'Crueles intenciones' cumple 20 años, al igual que muchos otros éxitos de cine de instituto que se estrenaron a la vez y rubricaron el fin de una forma de entender el género

Ryan Phillippe, Sarah Michelle Gellar y (sentada) Reese Witherspoon, protagonistas de 'Crueles intenciones' (Roger Krumble, 1999).
Ryan Phillippe, Sarah Michelle Gellar y (sentada) Reese Witherspoon, protagonistas de 'Crueles intenciones' (Roger Krumble, 1999).
Guillermo Alonso

¿Adolescentes ricos teniendo sexo? Hoy lo llaman Élite. Hace 20 años lo llamamos Crueles intenciones y nosotros, adolescentes que no éramos ricos y considerábamos un exotismo para el futuro la idea de acostarnos con alguien, fuimos en masa a verla a cine.

Con la llegada de las primeras comunidades en Internet conseguimos crearnos un personaje alternativo que, parapetado tras el anonimato del dormitorio, podía ser algo más parecido a lo que habíamos soñado de nosotros mismos

La película en la que Ryan Phillippe ejercía de toy boy correteando semidesnudo por áticos de ensueño en el Upper East Side y Sarah Michelle Gellar esnifaba cocaína de un crucifijo (y se besaba con lengua con Selma Blair) fue la corona de lo que muchos consideran el mejor año para el cine adolescente de los noventa. También se estrenaron American Pie, 10 razones para odiarte, Alguien como tú, Election, Las vírgenes suicidas o Nunca me han besado.

Todas son ejemplos de cine adolescente, pero ninguna se parece entre sí y, a su manera, con su catálogo de géneros que van de la comedia negra a la comedia gruesa, pasando por la tragedia (casi) griega, dieron carpetazo a lo que toda una generación tenía que decir sobre la vida en un instituto.

Una generación que era (¿éramos?) completamente inédita: con la introducción del móvil nos saltamos el control paterno del teléfono fijo y con la llegada de las primeras comunidades de usuarios en Internet conseguimos crearnos un personaje alternativo que, parapetado tras el anonimato del dormitorio, podía ser algo más parecido a lo que habíamos soñado de nosotros mismos.

Heath Ledger, David Krumholtz y Joseph Gordon-Levitt en '10 razones para odiarte' (Gil Junger, 1999)
Heath Ledger, David Krumholtz y Joseph Gordon-Levitt en '10 razones para odiarte' (Gil Junger, 1999)

Todas estas películas llaman hoy la atención por ser sátiras con un regusto amargo y porque casi todos sus guionistas eran veinteañeros: por primera vez en la historia, los jóvenes hablaban de sí mismos. Alguien diría que desde entonces no han dejado de hacerlo. Pero, desde luego, no lo han hecho igual.

Hoy los adolescentes sobreviven en el cine o bien en pequeñas historias de autodescubrimiento que encandilan a la crítica o bien en gigantescas franquicias en las que los teenagers son vampiros, guerreros, transformers o luchadores de clase en futuros distópicos.

El cine de instituto como aquel con el que crecimos sobrevive en películas hechas para televisión y su espíritu está más presente hoy en series de éxito arrasador en plataformas como Netflix. Pero en las grandes pantallas de los cines ya no hay adolescentes o ya no se comportan como tal. Hoy son jóvenes adultos. Tal vez es nuestra forma de triunfo: si uno lo piensa con frialdad, ser adolescente era un coñazo.

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Sobre la firma

Guillermo Alonso
Editor web de ICON. Ha trabajado en Vanity Fair y Telecinco. Ha publicado las novelas ‘Vivan los hombres cabales’ y ‘Muestras privadas de afecto’, el libro de relatos ‘La lengua entre los dientes’ y el ensayo ‘Michael Jackson. Música de luz, vida de sombras’. Su podcast ‘Arsénico Caviar’ ganó el Ondas Global del Podcast 2023 a mejor conversacional.

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