Cuentos migrantes para no dormir
Las palabras no sólo acompañan a esas personas que dejan su hogar, sino que también narran sus peripecias
La migración va acompañada de palabras: palabras de aliento, de esperanza, de sueños por cumplir, de retos y amenazas que enfrentar en el viaje, pero al cabo todas palabras que confluyen en la posibilidad de un nuevo hogar en el lugar de destino. Se tiene la confianza en un trabajo estable y mejor remunerado que en el lugar de procedencia; la búsqueda de mujeres y hombres migrantes en busca de un espacio de arraigo, el cual pueda constituirse en hogar, en su sentido de reunión familiar en torno al fuego.
Las palabras no solo acompañan a los migrantes, sino que también narran sus peripecias. Así se construye una literatura que centra gira en torno a quien lleva a cabo el desplazamiento y no a los escenarios.
Las migraciones no son procesos abstractos, números de una estadística condenada al sinsentido, sino seres humanos que por distintas razones deciden comenzar un traslado, buscar otros horizontes.
La narrativa sobre la migración es un relato duro y crudo de nuestra realidad contemporánea, de sus sinsabores, de sus violencias, de las contradicciones de una sociedad que busca un fallido bienestar y pierde de vista a quienes la construyen, a quienes la habitan, a quienes la sueñan. Da igual que una novela siga los pasos de una mujer centroamericana cruzando México a lomos de La Bestia en pos del sueño americano o que la historia siga a dos hermanos subsaharianos que aspiran llegar a costas españolas.
En todos los casos esta narración de los procesos migratorios es un doloroso recuento de encuentros fallidos, de redes criminales, de políticos corruptos, de territorios que son más que lugares de paso y se convierten en un paisaje de abandonos y renuncias. El migrante deja atrás pedazos de su historia en la construcción de otras historias.
La literatura sobre las migraciones va más allá de una ficción de denuncia y constituye una reflexión sobre ese hombre del que hablaba Cavafis que huye de una ciudad sin darse cuenta de que la ciudad lo acompaña.
El migrante busca un hogar, un nuevo sitio sin darse cuenta que en ese nuevo espacio de oportunidades, en ese país de encuentros y desencuentros, podrá fundar, reconstruir quizá de nueva cuenta sus raíces porque lleva el corazón en la piel y en las palabras.
Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.
Los textos no deben tener más de 380 palabras (2.000 caracteres sin espacios). Deben constar nombre y apellidos, ciudad, teléfono y DNI o pasaporte de sus autores. EL PAÍS se reserva el derecho de publicarlos y editarlos. ytuquepiensas@elpais.es
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