10 fotosAlfarería para moldear el estigma del sidaUna iniciativa en Etiopía se ha propuesto recuperar las tradiciones locales para dar trabajo a medio centenar de mujeres con VIH y darles así independencia económicaÁlvaro FuenteWolleka - 01 mar 2019 - 00:00CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinBlueskyCopiar enlaceCartel de entrada al centro de capacitación. Ploughshare Women Crafts Training Center se fundó en 1993. Wolleka es un pueblo cerca de Gondar, al norte de Etiopía, donde una vez vivió una próspera población de judíos etíopes: los falashas o Beta Israel, conocidos por ser unos hábiles artesanos que llegaron a enseñar a las mujeres de la comarca cómo hacer cerámica tradicional. Para mantener esta tradición de Wolleka, se continua enseñando a las mujeres a trabajar la arcilla de una manera ancestral. El objetivo del proyecto es apoyar a las madres solteras con VIH o viudas que perdieron a sus esposos a causa de la enfermedad.La directora del centro, Tesfalem Abera, en la pequeña tienda donde ofrecen al visitante todos sus productos. “La mayoría de nuestras mujeres se han quedado solas, sin formación y con niños a su cargo. Al portar el VIH les sería difícil encontrar un trabajo y muy costoso aprenderlo. Aquí les brindamos un oficio en el que asegurarse su futuro con total independencia”. En la asociación Plougshare Women Crafts Training Center se está ayudando a mujeres enfermas o viudas que han perdido a sus maridos por el VIH reavivando las tradiciones locales de alfarería, tejido y cestería tradicional dando formación a 43 mujeres para lograr su independencia económica, mitigando así el impacto social del VIH.La alfarería fue enseñada por los falashas, etíopes judíos, antes de su emigración a Israel. La calidad de la arcilla de la comarca y el uso de técnicas antiguas propiciaron un tipo de artesanía de en forma de cerámica negra de gran calidad. En la sociedad, las mujeres y las más jóvenes afrontan el estigma y la carga de trabajo más pesada, dado que tradicionalmente les corresponde cultivar gran parte de los alimentos y cuidar a los enfermos y moribundos. En muchas comunidades muy afectadas por este problema se retira a las niñas de las escuelas para contribuir a aligerar la carga familiar.Setechigne Melese, de 35 años, posa en la ventana del taller. Lleva cinco años viviendo en el centro junto a sus dos hijos. Casada desde muy joven, perdió a su pareja por culpa del VIH. Hoy es una de las monitoras de modelado en la cooperativa. Las comunidades rurales soportan un peso mayor por el costo del VIH/SIDA ya que numerosos habitantes de las ciudades y trabajadores migrantes vuelven a sus aldeas de origen al enfermar. Al mismo tiempo, los gastos de las familias se incrementan para pagar las facturas médicas y los gastos de funerales, y a la vez que disminuye el número de integrantes productivos de las familias, crece el de sus personas dependientes.Niños esperan a la salida de los turistas que visitan el centro para venderles algún tipo de recuerdo como collares y objetos de barro decorados con la estrella de David y el León de Judá. La artesanía que realizan en el centro también se vende en el comercio local, pero sus principales clientes son los turistas que llegan para visitar el antiguo asentamiento judío de Wolleka. Los primeros casos de VIH en Etiopía fueron detectados en 1986 y, desde entonces, la enfermedad se ha propagado rápidamente. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se estima que en 2009 había 1,1 millón de etíopes viviendo con el VIH.Fenta Mekonen lleva más de 20 años trabajando en la cooperativa. Ha sido formada para hacer cerámica moderna, además de recibir nociones de gestión y administración. Gracias al control médico que realizan en el Hospital Universitario de Gondar, tiene la enfermedad controlada. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) los logros de Etiopía en lo relativo a frenar la propagación del VIH son admirables: no solo se ha controlado y revertido la incidencia de la enfermedad, sino que se ha incrementado la capacidad del país para tratar a los ya infectados aumentando así la esperanza de vida.Responsables del centro muestran un bebé que acaban de adoptar al padre Ángel de Mensajeros de la Paz, que realizó hace unas semanas una visita a este proyecto. “Adoptamos niños cuando la administración local de la ciudad está saturada y sin medios para poder atenderles. Desde el Hospital de Gondar nos avisan para ver si nos podemos hacer cargo de ellos”, explica Woldie Menna, uno de los coordinadores del centro. Según Unicef, Etiopía es la segunda nación más poblada de África con 102 millones de personas y tiene una de las poblaciones de huérfanos más grandes del mundo. Cerca del 13 % de los niños no tiene uno o ambos padres, unos 4.5 millones de huérfanos, de los cuales aproximadamente 800.000 perdieron a sus padres a causa del VIH.Una usuaria prepara café en la recepción de visitantes. La agricultura es también una parte importante del trabajo que además sirve para su auto-consumo. Los excedentes se venden en el mercado local. El proyecto goza de independencia económica, pero necesitan crecer en infraestructuras para aumentar la capacidad de usuarias. Tienen lista de espera para acceder a sus cursos de formación. Según ONU SIDA, en los años 2000 y 2004 el número de personas infectadas en África Subsahariana descendió el 41%. Pero aún continúa teniendo el mayor número de personas con la enfermedad. Solo en 2014 hubo un millón y medio de nuevos contagios en los países de esta región africana.Las mujeres también realizan artesanía en tejidos y cestería tradicional Amhara, etnia mayoritaria en la zona. Las acompañan en las visitas que realizan de manera regular al Hospital Universitario de Gondar para controlar el estado de su enfermedad. En 2015, la tasa de mortalidad por el virus había disminuido en un 70%. El principal obstáculo para resolver este problema es que hablar de sexo o de prevención de embarazos en Etiopía sigue siendo un tabú. En los últimos años, las actividades del gobierno para reducir el contagio se han intensificado en lugares y personas vulnerables, como las zonas donde hay concentración de trabajadoras sexuales, inmigrantes o soldados. Los esfuerzos también se centran en prácticas negativas como la violencia de género.Dos mujeres hilan lana con una rueca antigua. La capacitación dura tres meses y las usuarias regresan a sus hogares para producir y vender los artículos por su cuenta logrando así una independencia económica para ellas y sus hijos. Según la FAO, las repercusiones del sida en las comunidades agrícolas difiere entre aldeas y países. Pero queda claro que esta epidemia socava el progreso alcanzado en los últimos 40 años de desarrollo agrícola y rural. Esto plantea un enorme reto a los gobiernos, las ONG y la comunidad internacional. La enfermedad ya no es exclusivamente un problema de salud, sino que se ha convertido en importante cuestión del desarrollo.