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Columna
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La España fallida de Josemari Aznar

Curiosa conferencia ideológica, la del PP: no ha lanzado al mercado ni una sola idea nueva

Xavier Vidal-Folch
El expresidente del Gobierno, José María Aznar junto a su mujer, y exalcaldesa de Madrid Ana Botella, en la Convención nacional del PP.
El expresidente del Gobierno, José María Aznar junto a su mujer, y exalcaldesa de Madrid Ana Botella, en la Convención nacional del PP. Jesus Briones (GTRESONLINE)

Curiosa conferencia ideológica, la del PP: no ha lanzado al mercado ni una sola idea nueva. Si acaso, el empeño de revestir a la nueva dirección de ropaje aznarista. O la recuperación icónica de la síntesis de todo el pasado como cemento armado de la etapa Casado.

Pero la síntesis requiere alguna C: la Conjura de los protagonistas, o al menos su Complicidad, y si eso es imposible, una mínima Coincidencia. Cuando no en ideas, al menos en tácticas.

No hubo coincidencia, sino floración de las disensiones, de la fractura espiritual interna: entre la (encomiable) moderación y el elogio (inquietante) de la aproximación a los ultras; entre la (bendita) repulsa del “sectarismo” y el (tétrico) implorar de los votos “que España necesita” (sic), como una madrastra, como un volkgeist imperativo superior al libre albedrío de los ciudadanos.

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Este conciliábulo sin finalidad distinta a la de decorar la querencia preelectoral de poder marca, al revés, la descoincidencia. Es el signo de los tiempos. No coincidieron siquiera en el baño, por azar, el senequista Rajoy y el prusiano Aznar. Como tampoco habían coincidido Moreno y Marín con los del españolísimo Smith para solemnizar su clandestino pacto andaluz a tres.

No coincidía con Casado su exrival Soraya, que pasaba por allí, en tenue coincidencia con la sombra de Mariano, el único coincidente con alguien que no fuera solo su ex jefe de Gabinete. Coincidió con Ana Pastor, en lo más gracioso del evento, otra Pastor haciendo de entrevistadora. Y con el moderado Núñez Feijóo, el que más desafía la alianza con los fachas, coincidiendo con Merkel o Juncker, valiente para los tiempos que corren. No coincidían los nuevos candidatos de Madrid ni con sus corruptos, pero alabados, predecesores. Ni González Pons más que con el insólito recuerdo de la mártir Rita Barberá, Dios la tenga en los cielos ya que los suyos la enviaron al infierno.

Dios ilumine también a este Casado que se agarra a la fallida España de Josemari Aznar: la de la ETA alabada, si convenía, como “movimiento nacional de liberación”; la de la exculpación de los yihadistas del 11-M; la de los pactos genuflexos con Pujol tras cantarle “enano, habla en castellano”; la de casi todos sus ministros compitiendo en corrupción; la de la boda de la niña y la Gürtel; la de las quebradas autopistas radiales; la de la sumisión de las Azores; la de Miguel Blesa y Juan Villalonga y Francisco González. Y la de Ana Botella y sus privatizaciones de viviendas para favorecer desahucios. Lloraba de emoción, ella.

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