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La moda libera a Theresa May, la esfinge de Downing Street

Apasionada de los libros de cocina y selectiva con su vestuario, la primera ministra británica ha contado desde sus tiempos universitarios con el apoyo de su marido, Philip May

Theresa May, en octubre de 2015 (izquierda) y en noviembre de 2013 (derecha).
Theresa May, en octubre de 2015 (izquierda) y en noviembre de 2013 (derecha). Getty Images
Rafa de Miguel
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En ocasiones excepcionales, un cierto brillo mediterráneo emana de la “esfinge de Downing Street”, también conocida como Theresa May. Los zapatos de tacón de vivos colores, y su estampado favorito, la piel de leopardo, desconciertan a sesudos analistas que llevan años intentando descifrar de qué pasta está hecha la primera ministra de Reino Unido. Son la creación de Beverly Feldman, una estadounidense que tiene su estudio de calzado en Alicante y cuenta entre sus clientes más fieles a la inquilina del número 10 de Downing Street, sede del Gobierno británico y residencia del primer ministro.

Theresa May, aficionada al senderismo, no ha dejado de ascender en el escalafón desde que se incorporó al Partido Conservador en sus años universitarios. Nadie, ni entre sus compañeros de partido ni entre sus más allegados, es capaz de decir sin embargo cuál es el destino final de la escalada. En una formación dominada históricamente por hombres que hiperventilan de admiración ante la soberbia intelectual, la temeridad estratégica o la indolencia de clase alta de sus colegas, la hija del vicario anglicano de la Iglesia de Inglaterra, Hubert Brasier, ha escondido detrás de una vida personal anodina una resistencia muy superior a la de todos ellos.

Es moneda común comparar a May con la mujer que abrió el camino, Margaret Thatcher. Esfuerzo inútil. La radical, en ocasiones fanática visión política de la Dama de Hierro es el reverso de la ambigüedad de la actual primera ministra, quien ha conseguido resistir en primera línea, según sus críticos, por su habilidad para adaptarse en cada momento a la dirección en que soplaba el viento. Tienen ambas un único punto en común. Un marido dispuesto a hacer de consejero, de soporte y de refugio sin pretender brillar con luz propia. Philip May apuntaba prometedoras maneras en su juventud, al frente de la sociedad de debate The Oxford Club. Según los amigos de la pareja, era Philip quien estaba destinado a una carrera política de éxito en las filas conservadoras.

Los zapatos que lució Theresa May en la conferencia del Pertido Conservador, el pasado septiembre.
Los zapatos que lució Theresa May en la conferencia del Pertido Conservador, el pasado septiembre.Getty Images

Recién casados, aún en la universidad, ambos decidieron que solo había sitio para uno para hacer frente a los sacrificios de la profesión. Philip se volcó en Theresa. Fue un tiempo en la que la actual premier británica también sintió su apoyo por motivos personales: en 1981 su padre murió en un accidente de tráfico y solo un año después lo hacía su madre, afectada de esclerosis múltiple. La pareja no ha tenido hijos. Hace seis años, en una entrevista para Daily Telegraph, la entonces ministra dijo al respecto: “Miras a las familias todo el tiempo y ves algo que está ahí y que tú no tienes”.

May es desde joven una fanática de la moda, y lo lleva con mucha naturalidad. Capaz de sorprender a un público cuyo único recuerdo eran los trajes chaqueta de Thatcher o a la cuadrilla de machos alfa de su partido incapaces de entender que el estilo es en muchas ocasiones la manifestación de la voluntad, lo mismo ha epatado con unas vertiginosas botas altas, por encima de la rodilla, de Russell&Bromley, que ha creado legión de seguidores con su traje de chaqueta y pantalón con estampado de tartán —-nada más británico— de Vivienne Westwood.

Theresa May llegando el palacio de Buckingham, en julio pasado.
Theresa May llegando el palacio de Buckingham, en julio pasado.GTRESonline

La primera ministra libera a través de los colores de su vestuario las tensiones del cargo, y es probablemente la única licencia de un personaje político y privado que huye del exhibicionismo. Amante de la cocina —acumula, según su propia confesión, más de cien libros de recetas— May cuenta con pocos amigos íntimos, evita los actos sociales y preserva con celo su vida privada. “Llegué a la conclusión de que se trata de una rara especie de político que no necesita sentirse admirado, y que eso puede ser una gran ventaja”, explica la baronesa Camila Cavendish, quien estuvo al frente de la Unidad Política de Downing Street durante el primer año de la llegada al puesto de May.

Su escaso afán de notoriedad, la capacidad de trabajo y la tenaz resistencia, que ha generalizado la sensación de que será la última en apagar la luz, desesperan a sus adversarios. Y les hacen perder las formas. En los últimos tiempos, los nervios del ala dura de su partido llevó a algunos de sus miembros más notables, siempre desde el anonimato, a asegurar que May era "un cadáver político" o que fuera preparando "su propia soga para ser ahorcada". El líder laborista, Jeremy Corbyn, no pudo evitar, en un arrebato de furia captado por las cámaras del Parlamento, referirse a ella como "esta estúpida mujer". A todo respondió May con serenidad y llamamientos a recuperar el tono de civismo que requiere la profesión política. Y ha logrado, en esos breves momentos, concitar la solidaridad de sus colegas y de la ciudadanía. Todos muestran su irritación ante la senda de indecisión mostrada estos años por la dirigente conservadora, pero nadie se decide a derribar definitivamente a una mujer que, en los momentos más complicados, decide tirar hacia adelante al ritmo de Dancing Queen, la canción de ABBA que, según ella misma dijo en alguna ocasión, la acompaña desde los años de juventud en los que confesaba a sus amigos íntimos que algún día sería primera ministra. Nadie recuerda, sin embargo, para qué quería serlo.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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