La individualidad y el deseo son los dos pilares en los que deberíamos sustentar nuestras relaciones. Pero, ¿sabemos pelearlos?
El enamoramiento es una de las situaciones que más equívocos produce: lo confundimos con la dependencia, con la costumbre y hasta con la comodidad y esto no sería malo si fuéramos capaces de aprender de cada uno de nuestros fracasos. Nuestra primera ruptura amorosa supone una hecatombe, pero cuando nos damos cuenta de que podemos sobrevivir, nos sentimos más fuertes para que el segundo pueda irse. Deberíamos aspirar a un mínimo de felicidad e ir, por tanto, buscándola hasta encontrarla. Tener la ambición de ser feliz, más que recomendable, se considera necesaria. Sin embargo, muchas mujeres víctimas de malos tratos repiten el patrón de pareja violenta. Y en esto tiene que ver la educación que recibimos y que transmitimos. De madres a hijas propagamos el modelo de mujer supeditada a los deseos del hombre en todos los sentidos. Se trataba de girar a su alrededor, no de hacer piruetas a nuestro aire. El día que las madres empezamos a educar desde la igualdad y el empoderamiento, nuestras hijas empezaron a rebelarse.
Sin llegar a las situaciones de malos tratos, en las que es evidente la necesidad de que el agresor no se relacione con la víctima y mucho menos se acerque, en cualquier relación de pareja es sano guardar las distancias. Hagamos en pareja todo lo que queramos, pero no descuidemos nuestra parte más individual y personal. Nada tan eficaz como darse una noche libre para que cada uno salga por donde quiera y haga lo que considere. Pocas cosas tan reparadoras como guardar unos días de las vacaciones para pasarlos a solas sin familia, sea esta numerosa, o más bien recua. El deseo y nuestras necesidades marcan las pautas sobre las que construimos las relaciones, por efímeras que sean. La diferencia de deseo puede provocar la ruptura en una pareja y provoca que los miembros de ese dúo se sientan diferentes entre ellos. La persona que desea puede sentir que persigue, mientras que el deseado puede creerse hostigado. Las necesidades harán que nuestro propio cuerpo manifieste nuestras carencias; la abstinencia sexual no deseada provoca ansiedad, estrés, falta de autoestima y provocará falta de deseo. Para Paloma Alonso, psicóloga y terapeuta de parejas, el deseo y las necesidades propias van de la mano: "Nuestros deseos y necesidades deben respetarse, entendiendo, además, el deseo y necesidades de la persona que está enfrente. Jamás puedes traicionarte a ti mismo si pretendes que tu relación funcione".
Sobre esa individualidad se sustenta una relación amorosa. Lo de que no se puede querer a nadie si no te quieres a ti mismo es una verdad como un templo. Las relaciones se construyen proyectando desde cada uno, no arrebatándole al otro. Paloma Alonso describe la confusión en la que vivimos a veces: "Muchas personas mantienen relaciones que no les dejan ser las personas que son. "La terapeuta señala la comunicación como el eje fundamental para que todo funcione. "Cuál es mi deseo, cuál es mi necesidad; ahora vemos cuáles son los tuyos y desde aquí negociamos. Que todo fluya para que nada influya". La necesidad y el deseo de cada uno se manifiestan en conjunto, pero, obviamente, no tienen que coincidir con la necesidad y los deseos de los demás. "Uno puede venir de trabajar y tener la necesidad y el deseo de tener sexo y su pareja puede que haya tenido un día horrible. Un encuentro sexual no es el mejor plan para esta noche. Eso no quiere decir que no te desea o que no te quiere. Puede que ese encuentro sexual sea hasta necesario. Pero si no se desea, difícilmente sucederá. "Si quieres que te deseen, haz que sea irremediable.
Muchas personas mantienen relaciones que no les dejan ser las personas que son.
No descartemos que nuestro mejor modelo de relación no implique poner un parque en mitad de tanto amor, para distanciarnos lo suficiente, teniéndonos así de cerca. Elegir dos casas, dos vidas y compartir los momentos que se quiera. Para vernos solo cuando queramos, dormir juntos cuando nos brote y descansar el uno del otro hasta que volvamos a tenernos ganas. Seamos amantes de vecindario antes que matrimonio pegado con cola de contacto. Dejemos de mantener relaciones en las que metemos menos que los Ropper.
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