22 fotosDecoración22 objetos que no deberías tener en casa si tienes más de 30 añosLa nostalgia es un sentimiento bello y poderoso, pero puede resultar venenosa para la estética. Aquí van algunos consejos para superarla a tiempoICON Design16 nov 2018 - 13:04CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceCalzoncillos con mensaje, corbatas con caritas de payaso, calcetines con vespas… todo eso es un bajón a partir de cierta edad, pero nada supera la impresión de llegar a casa de alguien, que ese alguien abra su cama y que dentro de ella haya palabras en inglés, héroes de cómic, letras chinas o corazones estampados en las sábanas. Uno se expresa a través de muchas cosas pero el sueño y el sexo son sagrados.Esas cortinas de plástico de Bugs Bunny que te hicieron sonreír en la tienda, pasado un tiempo, se convierten en unas horribles cortinas sucias con un Bugs Bunny churretoso, amarillento y en general bastante siniestro.Getty ImagesSí, los paneles de corcho formaron parte del paisaje de nuestra infancia (algunos incluso lo tuvieron como suelo). En ellos pegamos imágenes de nuestros amigos, notitas de esos compañeros que nos gustaban, recortes de nuestros ídolos y los 'pins' que nos regalaban con la bollería industrial. Pero con la madurez se impone un orden: si tienes fotos de amigos, enmárcalas. Si tienes recortes de prensa, archívalos. Si tienes notas y cartas de adolescencia, mételas en un sobre. Y si tienes 'pins', tíralos.Getty ImagesA lo de beber cerveza no le vamos a poner un límite de edad. Es un placer que refresca en verano, anima en invierno y nos empuja a ser un poco más sociables en cualquier época del año. Pero lo de tener todavía esa colección de botellas que guardas desde que hiciste el Eramus en Alemania ya pasa de castaño oscuro. Mételas en una bolsa y bájalas al contenedor de vidrio. Deja que se conviertan en botellas nuevas para alguien que sí está en edad de coleccionarlas.Getty ImagesSí, sus tazas son bonitas, su logo es universal y está bien comprase una de recuerdo si te da por ahí y eres forofo de sus 'frapuccinos'. Pero guárdala con el resto de tazas. No tiene por qué estar al lado de la foto de tu boda en la repisa. A menos que te hayas casado con uno de los herederos de la marca. En ese caso, enhorabuena.Las figuras de LEGO son un tótem cultural, sí, y nos encanta verlas en la habitación de los niños y en los gigantescos escaparates navideños de las grandes ciudades. Pero los estantes de tu salón no son su lugar si has pasado los 30. Dónalas a tus hijos, sobrinos o a alguna asociación que distribuya juguetes entre los niños que los necesitan. Haz que ese tótem cultural que te hizo tan feliz haga feliz a otro. De paso, limpiarás tu estantería.Ninguna objeción a las casas llenas de libros: posiblemente ningún objeto da más calor de hogar y tiene más posibilidades a la hora de decorarlos. Son la única cosa que queda bien en cualquier estancia de la casa. Pero su valor está en el juego de colores, texturas y tamaños que ofrecen sus lomos. Esas colecciones que tienen el mismo tamaño, color y forma son la versión triste y descafeinada de lo que debería ser una biblioteca. Dónalos a un colegio.Cordon PressEl orgullo por haberte graduado en el instituto y por haberte sacado la carrera puede durarte para siempre, pero la orla colgada de la pared debería durar, como mucho, el tiempo que tardaste en sacarte la carrera. Y si sobrepasa los treinta no es como para estar orgulloso, a decir verdad.Getty ImagesCon ellos pasa como con los títulos: es estupendo tenerlos, pero no es nada bonito presumir de ellos. Confínalos a tu despacho, si lo tienes, y míralos arrobado cuando no tengas invitados.Getty ImagesLas fotos de París son muy románticas y las Nueva York, preciosas, con todos esos rascacielos. Pero también son un lugar común con patas que dice de ti lo mismo que un tartar de salmón, un vaquero pitillo o la foto de unos pies en la playa: o sea, nada.Audrey Hepburn tuvo una infancia dura bajo la sombra del nazismo, pasó hambre, se hizo a sí misma hasta lograr ser una estrella de Hollywood, superó el sambenito de ser considerada una mala actriz y se pasó sus últimos años apoyando todo tipo de causas humanitarias. ¿Y tú la homenajeas luciendo su retrato en camisetas, tazas y pósters de saldo que venden en todas las tiendas de souvenirs? La imagen de Audrey en tu pared es una de esas ya desactivadas por los poderes fácticos, que han pasado a ser casi un logo comercial. Tira esa lámina, hazlo no solo por el bien de la estética de tu hogar, también por la protección de su recuerdo.Getty ImagesQue guardes con cariño a tu osito Bobo, que durante las noches más frías y largas de tu infancia te ayudó a dormir sin miedo, es tierno y bonito. Que tengas una retahíla de peluches expuestos por todas partes ya de adulto es inquietante. Por favor, elige tu peluche favorito, búscale un sitio discreto y déjalo ahí. Regala el resto a otros niños para que ellos también tengan dulces sueños.Getty ImagesPasados los treinta te das cuenta de algo vital: son incomodísimos.Getty ImagesUna letra o dos a lo sumo de un viejo letrero luminoso que has encontrado en un mercadillo puede dar mucho encanto a tu hogar. Pero esas que venden en cualquier bazar con palabras como "Love", "Home" o "Family" solo dirán de ti que eres alguien dispuesto a meter en tu casa la primera cosa que te encuentres en un todo a 100. Deshazte de ellas inmediatamente.Getty ImagesSomos defensores de los libros de gran formato y está muy bien que luzcan dos o tres sobre la mesa de centro del salón. Pero con cierto orden. Que reflejen algo que apasiona al habitante de la casa. Cuando lo que hacemos es apilar todos los que hemos encontrado de oferta en el centro comercial o todos los que nos han regalado en nuestros cumpleaños, se nos ve el plumero: no queremos lucir los libros, solo construir una mesa extra con ellos.Cordon PressEste tipo de libros se agradecen en la adolescencia. Nos hacen descubrir películas, ciudades, obras de arte, personajes importantes de la historia... pero pasada esa etapa lo mejor que puedes hacer con ellos es donárselos a otro adolescente para que hagan lo mismo con él. Se supone que tú, en tu treintena, ya has moldeado un poco tus gustos culturales como para tener que recurrir de nuevo a esos libros que recomiendan que veas 'Ciudadano Kane'."Al mejor primo". "Al mejor abuelo". "Al mejor papá". Muy tierno, pero claramente el que te regala algo así no tiene el mejor gusto (o más de diez años). Agradece el presente, sonríe, devuelve un beso o un abrazo –según convenga– y sube la figurita inmediatamente al trastero.A menos que seas Beyoncé, David Bowie, Kimera o Kim Jong-un, un retrato gigante de ti mismo para recibir a las visitas únicamente conseguirá que abran un debate sobre las dimensiones de tu ego y tus problemas de autoestima en cuanto salgan por la puerta de tu casa. Otra cosa es que tengas una foto de tu infancia o de un momento especial que quieras enmarcar para recordar lo feliz que fuiste. Sin problema, pero no la hagas gigante. Y el melón de "warholizar" tu propio retrato mejor ni lo abrimos.Si no vives en una perpetua fantasía erótica de jugadores de fútbol universitarios o a menos que seas un coleccionista de tapices, no tiene ningún sentido usar algo feo y que coge polvo como elemento decorativo. La bufanda está muy bien para defender y animar a tu equipo en el campo o para tomar las cañas con tus compañeros de peña una vez terminado el partido, pero una vez vuelvas a casa haz con ella lo mismo que con el resto de tus bufandas, guantes, gorros y calcetines: meterla en un cajón.Aquella botella de Anís el Mono con la que te reíste tanto. Ese whisky tan raro que encontraste en una tienda de Praga. La ginebra que bebisteis la noche que te dio el primer beso. Guarda el recuerdo. Tira la botella.Decorar con botellas de alcoholNo es solo que el cuarto de baño también tenga su corazoncito y merezca dignidad, sino que, cuando llegas a la vida adulta, tus sentidos necesitan paz y tranquilidad cuando haces tus cosas en el retrete. Y, créenos, esa tapa de wáter con estampado de wáter no ayuda.De niño evitaban que te asustaras cuando apagaban la luz. De adolescente, te encantaba esa melancolía como de feria antigua, tan decadente. De veinteañero, las cenas en tu pisito cobraban vida gracias a ellas. Pero murió un marinero el día que los salones de muchos treintañeros se empezaron a parecer las habitaciones de sus hijos. Un respeto al abismo generacional.Getty Images