Niños complacientes: no es oro todo lo que reluce
Un entorno demasiado exigente, la baja autoestima y el miedo al rechazo social, causas para que un niño sobrepase los límites sanos de la complacencia
La idea del hijo perfecto resulta una utopía que puede crear más de una frustración. Ese anhelo puede ser el caldo de cultivo para crear un niño demasiado complaciente o “centrado en las demandas externas y desconectado de sus propios deseos y necesidades, porque está volcado en cumplir lo que se espera de él y tiene dificultades para decir no”, explica Tristana Suárez, psicóloga clínica e infantil y terapeuta Gestalt.
Un niño complaciente puede dar la primera impresión de ser tratable y educado, pero tras el telón, la realidad es distinta porque “antepone a los demás a sí mismo y por lo tanto reprime gran parte de sus emociones, sobre todo las negativas o que provocan rechazo social, como la rabia, la angustia o la tristeza” aclara Tristana Suárez.
Otros rasgos que definen el perfil de un niño complaciente son que “suelen ser tímidos, y prefieren rehuir los conflictos a afrontarlos con valentía. Por otro lado, hay que tener en cuenta que muchos de estos niños mantienen su actitud de excesiva complacencia debido a la inyección de apoyo de esa actitud que les aportamos los adultos al decirles que son muy buenos y obedientes”, comenta Iván Carabaño, médico adjunto del servicio de pediatría en el Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre una complacencia infantil sana y otra que esconde cuestiones psicológicas que crean en el niño frustración e infelicidad? “Los niños amables alternan el comportamiento complaciente con la expresión de sus gustos y preferencias. Se diferencia de una actitud pasiva, con la que dejan que los demás elijan y opinen por ellos”, aclara Carabaño.
Caldo de cultivo para los niños complacientes
El ambiente en el que se desenvuelve un niño condiciona el hecho de que se convierta en una persona demasiado complaciente, como en el caso de “los entornos muy exigentes o las familias en las que los adultos están sobrepasados por sus circunstancias vitales y no gestionan de manera equilibrada sus responsabilidades. También es frecuente que, ante el sufrimiento de los padres, los niños complacientes adopten una conducta protectora hacia ellos, como si se dijeran, yo no voy a darte más problemas de los que ya tienes” explica la psicóloga Tristana Suárez.
Otros factores que influyen para que un niño sea demasiado complaciente son:
La baja autoestima. El niño/a intenta agradar y recibir elogios con su conducta para compensar sus sentimientos de resultar inadecuado.
La intolerancia a la frustración y las críticas. Por ello no soportan los fallos que pongan en entredicho su baja autoestima frente a terceros.
El exceso de exigencia por temor a decepcionar a unos padres que depositan demasiadas expectativas en sus hijos.
El miedo al rechazo social también favorece la aparición de comportamientos demasiado complacientes en los hijos, como en el caso de niños que han sufrido acoso o exclusión, son muy tímidos, temen los conflictos y se adaptan al medio social hasta convertirse en invisibles, a costa de hacer todo lo que se les pide para ser aceptados.
Los proyectos frustrados de los padres suelen estar detrás de un niño que trata de complacer, a costa de negarse a sí mismo. Como en el caso de aprender a tocar un instrumento que no le motiva o cursar estudios inacabados de los progenitores.
Padres que cargan a sus hijos con sus inseguridades para compensar sus propios sentimientos de inferioridad. Educan a sus hijos para alimentar su orgullo y así anulan la personalidad real de los niños.
Una vez que se detecta que el niño es demasiado complaciente porque detrás hay cuestiones psicológicas por resolver, ¿qué pueden hacer los padres para ayudar a su hijo a superar la situación? El pediatra Iván Carabaño aconseja:
- Animar a los hijos a que expresen sin miedo sus preferencias y que las defiendan con respeto y sentido común.
- Evitar tachar de desobedientes a los hijos por expresar una opinión diferente de la de los padres.
- Motivar a los niños para que sean comunicativos con su mundo interior. Evitar el mutismo y el autoritarismo excesivo.
- Plantear la vida en familia como una democracia, donde los hijos tengan derecho a expresarse.
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