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Decir ‘yo acuerdo’ es mejor que ‘yo consiento’

La filósofa feminista Geneviève Fraisse hace emerger las palabras de la práctica cotidiana para que los conceptos sean menos ambiguos, la igualdad no se reduzca a equidad y el gobierno doméstico sea democrático

Geneviève Fraisse el pasado enero durante un discurso.
Geneviève Fraisse el pasado enero durante un discurso.YouTube Cultural Services French Embassy
Analía Iglesias

Acuerdo (agreement) es mejor expresión que consentimiento, asegura la filósofa feminista Geneviève Fraisse (París, 1948), porque consentimiento “tiene dos sentidos, es más ambiguo”. Lo que corresponde es hablar de "un acuerdo" entre dos personas para algo, remarca con contundencia esta historiadora del pensamiento feminista.

La exdelegada interministerial de los derechos de la mujer durante un par de años del gobierno de Lionel Jospin (1997-1998) y exdiputada europea (1999-2004) participó este verano en una mesa redonda en el Foro de Derechos Humanos El imperativo de la igualdad, en Esauira (Marruecos), desde la que animó a las mujeres a no esperar a que pasen otras revoluciones para reivindicarse iguales: “Si nos siguen diciendo que somos la contradicción secundaria, que hablaremos después de la revolución, no nos llega nunca el turno”.

Fraisse es hija de Mayo del 68, fundó junto a Jacques Rancière la revista Les révoltes logiques (Las revueltas lógicas), ha estudiado la discriminación que contiene la democracia moderna desde Rousseau en adelante, y sus fundadas reflexiones sobre los sexos la llevaron a contribuir en la elaboración de Historia de las mujeres en Occidente. Por lo demás, está encantada de que el idioma al que más ha sido traducida su obra sea el español: “Las mujeres españolas son las mejores en temas de violencia de género y tener la obra en español permite llegar a Latinoamérica”.

Extraigo palabras de la realidad: este es mi método filosófico para avanzar con la materia política

La palabra que emerja de la práctica es la que está en juego, la que será pertinente analizar o usar en un momento dado, explica la autora de una veintena de obras sobre la controversia de sexos y la exclusión de las mujeres a lo largo de la Historia, entre ellas La controversia de los sexos y Del consentimiento. “Una palabra corresponde a un problema y eso hace concepto”, añade.

“No quiero escribir a favor o en contra de la prostitución, a favor o en contra del velo, porque en los dos casos se utiliza la palabra consentimiento [en el caso de la prostitución: consentir la dominación]. Extraigo palabras de la realidad: este es mi método filosófico para avanzar con la materia política. Lo que vengo diciendo desde antes del #MeToo es que hay que usar la palabra acuerdo, que es menos ambigua”, según Fraisse.

Resulta interesante constatar hasta qué punto estas perspectivas de análisis contrastan con las políticas fallidas de nuestras sociedades, en las que muchos hombres se afanan en “aplicar” conceptos pretendidamente benévolos en lugar de oír y rescatar lo que emerge de la práctica social de las mujeres. De ahí el valor del método de esta feminista pionera que asegura que la familia es un espacio político porque “hay decisiones a tomar y poder que ejercer”, y que pensarla de esa manera (la articulación entre dos espacios políticos) obliga a salirse de la palabra “conciliación”, que resulta una trampa.

El eslogan de lo privado es político se refiere, justamente, a la denuncia del trabajo gratuito que han hecho las mujeres dentro de casa, durante siglos, y porque en la construcción de nuestra época moderna, los pensadores excluyeron a la familia de la posibilidad de la igualdad, cuenta. En los planes de ellos —de Rousseau, Tocqueville o Proudhon— no entraba el hacer entrar la igualdad en el seno de la familia. "Entonces tuvieron que argüir que la familia no tenía nada que ver con el ámbito público. No hay que confundir lo privado con lo íntimo. No se trata de saber lo que pasa en el ámbito doméstico, pero sí de cuantificar el trabajo que se hace, quién cuida a los niños, si hay violencia... Esto es un lugar político: cuando un hombre mata a su mujer, significa que ejerce un poder sin control sobre el cuerpo de ella. En lo doméstico también hay un gobierno, relaciones de poder, desigualdad y servidumbre voluntaria, que también es política. Uso a propósito la palabra gobierno para vida privada”, según Fraisse.

En lo doméstico también hay un gobierno, relaciones de poder, desigualdad y servidumbre voluntaria, que también es política

De abajo hacia arriba, hay que hacer salir las palabras de la práctica, de los textos, no solo de las personas. Son herramientas de lectura de los fenómenos y de las cosas, y que le permiten decir a Fraisse que “el discurso de los juristas y el de las instituciones internacionales suelen mezclar los conceptos”. Habla, por ejemplo, de la utilización indistinta de los términos igualdad y equidad.

La igualdad, como la libertad, son palabras que existen después de siglos, no sufren cambios de significado y no deben asociarse a otras, porque lo que sostienen se reduce. No se puede hablar de casi igualdad… que sería algo así como la equidad. Equidad es como decir ‘queremos igualdad , pero si no se puede tener totalmente, bueno, arreglamos un poco las cosas’. Cuando mezclamos equidad con igualdad es que estamos del lado del poder. Equidad significa no ir hasta el fondo de la cuestión”, argumenta la autora de Musa de la razón.

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Hay que ir hasta el final del concepto libertad y hasta el final de la igualdad: “El concepto igualdad reapareció en el siglo XVII y se pensó en el Contrato Social, pero no en términos de igualdad de sexos. En la democracia exclusiva de la época Moderna estamos todos bien dentro, pero a las mujeres no las contemplan todos los derechos civiles. No basta con hablar de ideas de igualdad en el plano ontológico, la democracia es para todos y todas. Por eso, a partir de la toma del espacio público, en el siglo XVIII (con la revolución francesa y las transformaciones industriales), estamos en una práctica feminista de demanda de derechos”.

Completado el ciclo de adquisición de derechos formales (civil, penal, político, económico, de familia) “hacemos el balance y vemos que no alcanzan”, declara la filósofa, que también se opone a la expresión discriminación positiva para designar la paridad. “En mi periodo político yo decía que no se fabrica la igualdad sin obligación. Forzábamos a los padres a enviar a los niños a la escuela a finales del siglo XIX, cuando hicimos obligatoria la escuela”.

Por fin, llegamos al cuerpo. Dice Fraisse: “Cuando hablamos de que nuestro cuerpo ‘nos pertenece’ nos remitimos al Hábeas Corpus del siglo XVII británico. La contracepción y el aborto como derecho son un Hábeas Corpus. Tomo el término del ámbito judicial y no hago más que reflotar el lema de los sesenta: ‘Nuestro cuerpo, nosotras mismas’. Transfiero términos para conceptualizar el debate. Ese es mi trabajo”.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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