Tablas de ‘skate’ para combatir la exclusión social
La plataforma The Skate Room y la ONG Skateistan combinan el arte, el 'skateboarding' y la educación para empoderar a niños y jóvenes en Afganistán, Camboya y Sudáfrica
Como a cualquier otro skateboarder, a Charles-Antoine Bodson le apasionan los monopatines y sus diseños. De joven, coleccionó cientos de ellos durante diez años sin saber que, algún día, esas tablas de madera acabarían ayudando a miles de niños y niñas. “Hace seis años recibí la visita de Oliver Percovich en mi galería de arte en Bruselas, donde vendía mi colección de tablas”, cuenta Bodson. “Me habló de su ONG Skateistan y de la labor que hacían a través del skateboarding en Afganistán. Quería abrir otro centro en Camboya, pero necesitaba financiación. Me gustó tanto la idea que decidí ayudarlo”. Bodson vendió parte de su colección y donó 100.000 dólares (unos 86.000 euros) para la apertura del nuevo centro. “Meses más tarde estaba frente a este complejo deportivo. No me podía creer que yo hubiese ayudado a crear aquello”, añade.
Bodson cerró su galería de arte para dedicarse íntegramente a este proyecto. “Continué vendiendo mi colección, pero me di cuenta de que pronto acabaría por agotarse. Había que seguir produciendo y coleccionando nuevas tablas”. Así nació The Skate Room, un proyecto social en colaboración con artistas internacionales que produce ediciones únicas de obras de arte en tablas de skateboarding que pueden colgarse en una pared, como una pintura, o patinar sobre ellas.
The Skate Room es uno de los principales patrocinadores de Skateistan. Esta organización sin ánimo de lucro une el skateboarding y la educación para ayudar a menores de edad en riesgo de exclusión social en países como Afganistán, Camboya y Sudáfrica. Actualmente, más de 1.500 niños y jóvenes (de 5 a 17 años) se benefician cada semana de los programas educativos que ofrece la ONG. Skateistan trabaja también para combatir la desigualdad de género (más del 60 por ciento de los participantes son niñas). “El skateboarding es un deporte que te relaciona directamente con tu ciudad, con sus calles, te permite conocer gente y crear nuevas amistades”, opina Bodson. “No requiere de materiales caros y cualquiera puede practicarlo”, agrega.
Uno de los artistas internacionales que ha colaborado con The Skate Room es el artista disidente chino Ai WeiWei. “La primera vez fue hace cuatro años y su obra se vendió en apenas unas horas”, dice Bodson. En 2016, cuando Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el artista volvió a llamar a Bodson. “Levanté el teléfono y al otro lado estaba Ai WeiWei. Me dijo que quería volver a colaborar con nosotros y que ya tenía un diseño en mente. Inmediatamente después, me mandó una foto de sí mismo frente a la Casa Blanca haciendo un corte de mangas”, se ríe el fundador de The Skate Room. Aquella imagen se imprimió sobre un tríptico de tres tablas y una edición limitada de aquel diseño se puso a la venta coincidiendo con los cien días de Donald Trump al frente del gobierno. A las pocas horas se habían vendido todas las tablas.
Con Afganistán y Camboya funcionando, el siguiente objetivo de The Skate Room y Skateistan era crear un nuevo centro en Johannesburgo, Sudáfrica. “Necesitábamos 300.000 dólares, así que le pedimos un diseño al artista norteamericano Paul McCarthy. Sus tablas comenzaron a exhibirse hace cuatro años en el MOMA de Nueva York para su venta”, cuenta Bodson. En 2016, lograron el dinero para construir el nuevo centro sudafricano, inaugurado por la leyenda del skateboarding Tony Hawk.
Después de todas estas experiencias, Bodson está totalmente convencido de que el consumo también puede mejorar el mundo. “Todo lo que compramos –casas, móviles, gafas, coches, etcétera– puede contribuir a cambiar las cosas si se dona un porcentaje de los beneficios”.
Recientemente, The Skate Room ha comenzado a preparar la producción de tablas de skateboarding que financiará el nuevo proyecto de Skateistan en Jordania, el centro más grande hasta la fecha. “La reina Rania ha cedido un territorio en la frontera con Siria muy cercano al campo de refugiados de Zaatari”, explica Bodson. Y concluye: “Costará un millón de dólares y queremos que esté listo antes de los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020 en los que por primera vez se incluirá el skateboarding como disciplina olímpica”.
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