Destellos de ‘Chispa’
Isabel Moreno Puncel tuvo hasta el final el destello de una personalidad que afrontó de la vida hasta aquello que le dejó más amargura
La última vez que vi a Chispa fue en el homenaje que le rindieron a su hija, Isabel Polanco Moreno, el viudo de esta, sus hijos, sus hermanos, sus innumerables amigos. Fue en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el pasado 19 de abril. Chispa era Isabel Moreno Puncel y murió este domingo en Madrid. Aquí nació hace 88 años. Estuvo casada desde 1954 hasta mediados de los años 80 con Jesús Polanco, fundador y presidente de EL PAÍS y del Grupo PRISA hasta su muerte en julio de 2007. Deja tres hijos habidos de ese matrimonio, Ignacio, María Jesús y Manuel. Este último es el actual presidente de Prisa e Ignacio es presidente de honor del grupo. Isabel había sido consejera delegada de Santillana, empresa que había fundado su padre en 1960.
Ya asaltada por las enfermedades y por la edad, allí, en el Círculo, estaba aquella mujer que afrontó la vida con todos sus ingredientes, entre otros el dolor de la muerte de Jesús Polanco y el sufrimiento por la tan temprana desaparición de Isabel. Chispa seguía haciendo honor al apodo con el que nació.
Desposeída del habla, como consecuencia de un cáncer que le afectó a la laringe, ayudada de un adminículo apropiado, casi no tenía que usarlo para comunicarse porque esa chispa de su apodo estaba también en su mirada. Hablaba con los ojos, esa era la voz que tuvo hasta el final, el destello de una personalidad que afrontó de la vida hasta aquello que le dejó más amargura. Y a pesar de que la vida no le ahorró los peores sufrimientos, a ella se le puede aplicar, como a su hija Isabel, lo que Hemingway escribió de uno de sus personajes femeninos: “Conoció la angustia y el dolor pero no estuvo triste una mañana”.
Chispa llegó al Círculo aquella tarde del homenaje a Isabel impulsada por el amor a su hija, a sus nietos, al mundo (familiar y empresarial) que su marido, Jesús Polanco, había creado seis años después de su casamiento. Ese universo era lo que su hija Isabel llamaba “el mundo Santillana”, que Jesús fundó junto a su amigo Pancho Pérez González. Santillana marcó la vida de ambos, la vida de su familia y también la vida de sus sucesivos empleados.
Hablaba con los ojos, esa era la voz que tuvo hasta el final
En aquel acto del Círculo estaban todos los supervivientes de esa vida en común, y sobre todo estaba presente ese espíritu de familia que se fueron comunicando de unos a otros, y no solo los que eran parientes sino todos aquellos que, en Santillana, prolongaron ese espíritu familiar que pervive en el grupo, ahora integrado en PRISA, grupo editor de EL PAÍS. Chispa no era ajena a ese espíritu, porque era el mismo que inspiró su manera de ser primero como esposa y en seguida como madre y ahora como abuela de nueve nietos.
Jesús y Chispa se divorciaron de mutuo acuerdo treinta años después de su casamiento. Ese aire de familia que crearon alrededor se manifestó también en la dignidad con que llevaron adelante, tanto ellos como sus hijos, ese proceso de ruptura. Al final de la vida de Polanco, él y su exmujer acentuaron la vinculación afectiva que por otra parte nunca había cesado entre ellos.
Chispa nació seismesina. Su padre, ginecólogo, la sacó adelante cuando era, eso decía, “una chispita”, y Chispita fue llamada en seguida. Luego ese nombre, Chispa, significó también su manera de estar presente, sin aspavientos, con discreción. Su presencia se hacía evidente con un humor rápido, con sus destellos inteligentes de ironía. Con esa chispa en los ojos fue al homenaje a su hija Isabel hace tres meses. Y ahora se junta, en el recuerdo de los que las conocieron a las dos, esa común inteligencia que desprendían sus miradas.
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