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Poder degustar, sorbo a sorbo, música compuesta despaciosamente a lo largo de más de cuatro décadas por el decano de los compositores actuales, el húngaro György Kurtág (1926), se percibe como un raro privilegio. Al margen de escuelas, vanguardias, polémicas, recluido en la enseñanza y en la felicidad de un matrimonio largo y fecundo, Kurtág ha construido una obra llamada a engrandecerse con el paso del tiempo, a pesar de que él ha cultivado como pocos lo pequeño, lo breve, lo engañosamente fugaz y fragmentario. Por LUIS GAGO
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El País
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