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Mouna Ayoub, la millonaria que compra la alta costura

La libanesa, que empezó como camarera, se enfrentó a su marido saudí, huyó a París y ahora es la mayor coleccionista de moda del mundo

Mouna Ayuob en el estreno en Cannes de 'El Principito' en mayo de 2015.
Mouna Ayuob en el estreno en Cannes de 'El Principito' en mayo de 2015.Stephane Cardinale (GETTY )
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Que las grandes maisons como Chanel, Jean Paul Gaultier o Christian Dior tengan un maniquí con las medidas exactas de Mouna Ayoub da una idea de la relevancia que tiene para las firmas de alta costura, deseosas de satisfacer sus peticiones. Nacida en Kuwait en una familia libanesa de religión católica, Ayoub (1957) posee la mayor colección de alta costura del mundo. Cuenta con más de 1.600 piezas, cada una con un valor de entre 50.000 y 290.000 euros, y una fortuna que supera los 300 millones de dólares.

Ayoub colecciona tantas prendas que decidió comprar un apartamento para guardar una parte, mientras que el resto se encuentran custodiadas en un pequeño pueblo del centro de Francia, dentro de cajas herméticas, para que las prendas no entren en contacto con la luz, el polvo o la humedad y "puedan durar para siempre", según contó ella misma en una extensa entrevista publicada en el diario británico The Guardian.

Nunca repite atuendo. A veces incluso ni estrena lo que compra y se contenta con coleccionar. "Adoro la alta costura, es mi única pasión. Visto alta costura siempre que tengo una aparición pública. Hay quien gasta millones de dólares en el juego, otros negocian con armamento. No hay nada vergonzoso en comprar alta costura".

Mouna Ayoub en el desfile de Jean Paul Gaultier alta costura en julio de 2013.
Mouna Ayoub en el desfile de Jean Paul Gaultier alta costura en julio de 2013.GTRESONLINE

Ayoub no nació rodeada de riqueza. Su fortuna llegó de manera casi accidental. Cuando tenía 18 años y trabajaba como camarera en un restaurante libanés de París conoció a un multimillonario saudí, Nasser Al-Rashid (1939), con quien se casó en 1979. Era el consejero del fallecido rey Fahd y uno de los hombres de negocios más poderosos del país. De su mano conoció el lujo, las grandes firmas, vivió en palacios y tuvo el que fue el yate más grande del mundo, pero no fue feliz. Se divorciaron en 1996 —ella lo solicitó por fax— y consiguió salir de lo que denominó una "jaula de oro" para irse a vivir a Europa, entre París y Mónaco.

Convertida en una socialité francesa, Ayoub publicó en 2001 su autobiografía, titulada La verité (La verdad), un éxito de ventas en Francia. Para ella, su libro presenta "el testimonio de una mujer sometida a las leyes de una sociedad machista, fundamentalista y retrógrada" y lo publicó con la intención de que sus hijos, cuya custodia quedó en manos del padre, pudieran conocer su versión y terminar con el distanciamiento que mantienen.

Relata cómo su vida en Arabia Saudí era un verdadero infierno. "Estaba en una jaula, en una jaula de oro donde me sentí tratada injustamente, sin poder. Aunque tuve los trajes más elegantes y amasé una gran colección de joyas, solo podía usar un traje negro y un velo. Tenía prohibido hablar con hombres, hacer deporte, reír y hablar en voz alta en público". Al principio cumplía, "por respeto a las tradiciones del país que te acoge", pero terminó por no soportarlo, se enfrentó al hombre rico e influyente y se marchó.

El divorcio no fue fácil. En Arabia Saudí fue un escándalo y desde entonces ha sido objeto de insultos y vehementes críticas. Confiesa que la separación de sus hijos y las continuas amenazas de su exmarido la llevaron a intentar suicidarse. "Mi marido se quedó con la custodia de nuestros cinco hijos y yo me convertí en una paria. Es doloroso, pero afronto con determinación las situaciones complicadas. Abandoné una enorme fortuna y una vida de lujos. Tuve que aprender a creer en mí misma", rememora.

Salió adelante por su empeño en construir una nueva fortuna, que logró gracias a exitosas inversiones que hizo en los mercados libanés y estadounidense. Sus refugios son la moda y el arte. Es una gran mecenas en Francia, y de cuando en cuando participa en subastas benéficas donando objetos muy valiosos. Los beneficios van al Museo de Artes Decorativas de París, a proyectos de jóvenes cineastas —es una gran amante del cine— y a centros para enfermos de cáncer, una enfermedad para la que es especialmente sensible después de que afectara a uno de sus hijos cuando era pequeño. Está plenamente integrada en la sociedad parisina, continúa con sus negocios, y solo la alta costura y su trabajo filantrópico le alivian de un ""terrible dolor: el de un amor arruinado y unos hijos perdidos".

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