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Días de vino y podcasts

Olafo: la catástrofe del vuelo 011 de Avianca

Podium Podcast estrena una serie periodística que investiga el accidente de aviación de 1983 en Mejorada del Campo

Agencia Player

Desde el inicio de Podium Podcast en junio de 2016, teníamos claro que una de las líneas más potentes que debíamos desarrollar era la del periodismo. Concretamente, la generación de un catálogo de series de investigación narradas por algunos de los periodistas más reputados del panorama actual. Así creamos algunos podcasts como V., las cloacas del Estado, con Álvaro de Cózar; Le llamaban padre, con Carles Porta: València Destroy: la historia no contada de la Ruta del Bacalao, con Eugenio Viñas; Lo conocí en un Corpus, de Noemí López Trujillo o Diario de un naufragio, de José Luis Sastre. Era un modo de desarrollar y hacer creer en nuestro país ese famoso ‘storytelling’ del que siempre oíamos hablar en los podcasts americanos. Ahora se estrena Olafo, una serie del periodista Arturo Lezcano (Ferrol, A Coruña, 1976), cuya trayectoria ha estado vinculada a Latinoamérica como corresponsal. Olafo reconstruye y recuerda la funesta historia del vuelo 011 de Avianca que se estrelló la madrugada del 27 de noviembre de 1983 en Mejorada del Campo, Madrid. En aquel vuelo viajaban, entre otros, artistas y escritores latinoamericanos –Jorge Ibargüengoitia, Marta Traba, Rosa Sabater, Ángel Rama o Manuel Scorza que asistían al Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana en Bogotá.

Eres gallego pero siempre has tenido una enorme atracción hacia Latinoamérica: ¿cómo ha sido tu relación personal y profesional con países como Brasil o Argentina? Conseguí dejar todo para ir de corresponsal freelance en Latinoamérica en enero de 2006. Viví seis años en Buenos Aires y casi otros seis en Río de Janeiro, como bases para mi trabajo cubriendo toda América Latina para los tres géneros: radio, prensa escrita y televisión. He escrito crónicas latinoamericanas que forman parte de antologías latinoamericanas editadas por Leila Guerriero o Felipe Restrepo. A finales de 2017 volví a España para seguir desarrollando el mismo trabajo de freelance. Habitualmente trabajo desde Europa para Telemundo, la cadena de NBC en español, y escribo reportajes para revistas: Jot Down, Vanity Fair, Gatopardo, Líbero o tintaLibre.

¿Cómo comienzas a investigar el caso de Olafo? El inicio de todo es la literatura. En 2009, en México, me regalaron un libro de Jorge Ibargüengoitia: Dos crímenes. Me fascinó. En la solapa leí que había muerto en Mejorada del Campo en 1983, y recordé el accidente de avión de cuando era yo pequeño, pero no le di más importancia. Hace unos meses, ya en Madrid, buscaba información sobre los intelectuales latinoamericanos Marta Traba y Ángel Rama y me topé con algo que me dio escalofríos: los dos murieron en Mejorada, en el mismo accidente. Ahí me di cuenta de que algo se salía de la normalidad y empecé a investigar.

Tú estás acostumbrado al reportaje de gran aliento en formato escrito e incluso al televisivo pero es la primera vez que te enfrentas a una serie de no ficción en formato podcast. ¿Cómo ha sido el proceso y qué has aprendido? Yo me dedico a hacer gran reportaje o crónica, como se le llama en Latinoamérica, que efectivamente abarca todos los elementos del periodismo y los dota de un cuerpo narrativo. Pero cuando llegué a esta historia y puse el gran angular con la historia entendía que para contarlo necesitaba un formato largo, con varios ejes y que permitiera dar saltos cronológicos. Tenía dos opciones: intentar escribir un libro o atreverme con el podcast. El asunto era plasmar lo que yo quería en ese formato, y ahí me encontré con un reto altísimo. Puede uno tenerlo todo muy claro, la información pormenorizada y un estilo depurado, pero el podcast te somete a todas las exigencias de documental, hay que crear picos de tensión, bajar una marcha cuando se requiere, darle protagonismo a los sonidos, incluso valorar los silencios. Nada de eso podría haberlo hecho sin ti y sin Alfonso Latorre, magos del podcast. Os doy un melón y me devolvéis un reluciente balón de oro. Así es todo mucho más fácil… (risas).

El equipo de Olafo durante la grabación en Mejorada del Campo.
El equipo de Olafo durante la grabación en Mejorada del Campo.Alfonso Latorre

En el primer episodio es fundamental el sonido de archivo: ¿cómo fue encontrar esas joyas del año 1983 en la fonoteca de la SER? ¿De qué modo complementa tu relato? A mí me gusta mucho el trabajo de hemeroteca y con el podcast aprendí también a valorar la fonoteca. Cuando entras en la fonoteca de la SER y ves las bobinas, las cintas y te pasan los sonidos de lo que tú has estado investigando, minuto a minuto, se te ilumina la cara. Es como el ingrediente que faltaba para rematar el guiso. Y además te retrotrae no solo a la época y el momento de la catástrofe, sino a la forma de trabajar. Parece que los 80 fueron ayer, pero conviene recordar que no había móviles, ni internet, ni redes. Parece una perogrullada que repetimos siempre pero el periodismo ha cambiado por completo su forma de trabajar y en radio todavía más.

¿Por qué Ibargüengoitia es un escritor tan extraordinario y tan poco conocido en nuestro país? Lo mejor de Ibargüengoitia para mí es su universalidad siendo muy mexicano. Escribe en español, pero su sarcasmo, su rasgo más distintivo, remite inmediatamente a ingleses como Evelyn Waugh o Graham Greene. Escribe novelas inspiradas en lo más profundo de México pero le cambias nombres de personajes y lugares y la historia funciona igual. Ibargüengoitia lee un informe policial sobre unas célebres asesinas y de él saca una novela impresionante, Las muertas. Como dice el escritor Jorge F. Hernández, esa es una auténtica novela de no-ficción y no A Sangre Fría. Creo que hoy triunfaría dado que, por fin, el español se fija en ese género. Además es un columnista extraordinario y prolífico que se ríe de la burocracia o la política mexicana sin que le sobre un adjetivo, sin anticipar la carcajada. Que es extraordinario no lo digo yo solo, sino la crítica latinoamericana y gran parte de sus colegas. Pero en España le costó entrar. Hace unos años se creó espontáneamente una especie de secta Ibargüengoitia, formada por Enric González, Juan Villoro y Javier Marías, que conspiraron para que llegaran nuevas ediciones a las librerías. No entendían por qué no era conocido. Pero hoy ya vuelve a estar prácticamente fuera de catálogo.

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¿Por qué crees que nos fascinan tanto los accidentes de avión? El año pasado se accidentaron con víctimas 10 aviones de 36 millones de vuelos comerciales y ninguno en reactores ni en Europa. Hay que leer bien el dato, es una probabilidad entre millones. Pero también hace que cada vez que sucede nos sacuda. Pero entonces, 1983, el tráfico aéreo era mucho menos masivo y había cierta aura futurista en aviones como Olafo, un boeing 747, un Jumbo. Salvando distancias, pensar que eso se podía caer era como pensar en el Titanic. Visto así, ¿cómo imaginar que un fallo humano, unido a un descuido en tierra, puede hacer caer un bicho de estos y acabar con cientos de vidas? Esa incredulidad, sumada a la mística de las máquinas que vuelan, nos lleva a esa fascinación. Pero yo apuntaría que no se circunscribe a los accidentes de avión sino a los aviones en sí mismos. Si vas a Inglaterra verás en los aeropuertos legiones de planespotters que, igual que los trainspotters, se dedican a ver aterrizar y despegar aviones y a apuntar todo tipo de detalles sobre las máquinas.

Este noviembre próximo se cumplen 35 años de este accidente, ¿qué crees que se recuerda del mismo? ¿Es esta serie un modo de homenajear a las víctimas y a los supervivientes? Desde luego que la serie no fue pensada por el aniversario, pero sí puede ayudar a recordar el accidente y sobre todo a toda la gente envuelta, víctimas, supervivientes y gente que trabajó en el rescate, hasta la prensa, yo estaré encantado. Una de las cosas significativas de esta catástrofe es el velo de misterio que lo cubre, como si se hubiera olvidado, cuando se trata de la segunda tragedia más importante de la historia de la aviación comercial española e históricamente fue anteayer.

Además de los artistas fallecidos, hay dos líneas de investigación muy potentes en la serie: los supervivientes y ese grupo de suecos que iban a recoger a sus hijos adoptivos. ¿Cómo ha sido la investigación de ambas líneas? Para mí fue una alegría enorme poder contactar con supervivientes. Costó muchísimo, porque las fuentes eran pocas y erróneas, y se trataba de poder localizar a alguien que vivió –y vive un trauma desde hace 35 años. Por suerte conseguimos varios testimonios emocionantes. Yo recomiendo a quien llegue a escucharlos que piense en la vida marcada de estas personas por eso que Carlos Murciano llamó muy poéticamente “el tiempo de un segundo”. De un momento a otro, plof. Y hasta hoy. En cuanto al grupo de suecos nos hemos encontrado todas las dificultades lógicas de un tema tan espinoso como este. Las agencias de adopción no quieren dar información, ni en Suecia ni en Colombia, y además las fuentes originales son confusas. Pero guardo la esperanza de que Olafo sirva para que alguno de esos niños, si lo escuchan, den un paso al frente y se decidan a contar su historia.

Al final de la serie y sin desvelar demasiado, vas al lugar de los hechos, Mejorada del Campo, 35 años después: ¿qué impresión tuviste? En primer lugar me impresionó el sonido de los reactores bajando por la misma senda de descenso que Olafo. Me podía imaginar, in situ, cómo fue el accidente. Después lo que me sorprendió fue que el lugar del siniestro esté igual, idéntico, a como estaba cuando sucedió. O sea, que en un pueblo a tiro de piedra de Madrid haya quedado terreno sin urbanizar y que allí sigan los trigales como estaban aquel día. Y hay algo que contamos en el podcast: sin rebuscar mucho, allí siguen estando cientos de restos del avión, pequeños trozos del fuselaje o, como nos han contado, incluso de vajillas de porcelana. Pero lo que sigue impactándome más es que no haya ni una señal, ni un cartel de que allí hubo un accidente de esas dimensiones. Ya no digo un monumento, que sería lo propio, sino alguna señal, algo para saber dónde fue. Para encontrarlo tuve que conseguir las coordenadas y buscarlo por GPS. Está claro que aquí tenemos un problema con la memoria.

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Yo me aficioné al podcast cuando salió Serial en Estados Unidos, allá por 2014. Me apasionó. Y cuando lo escuchaba decía: "tenemos que hacer el mismo periodismo narrativo en radio y en español". Por eso cuando se creó Radio Ambulante me hice adicto. En los últimos meses la gente de Podium me inoculó también el virus de Las Raras, de Chile. Por fin tenemos ejemplos que hacían en español lo que siempre escuchábamos solo en medios anglosajones. Hubo veces que yo estaba cubriendo algo en una favela brasileña o en un conflicto en Centroamérica y allí estábamos los medios en español haciendo periodismo tradicional, de breaking news, junto a una joven sueca o un experimentado neoyorquino que iban con su grabadora y su micro y te decían que iban allí exclusivamente a hacer un reportaje de radio de media hora o un podcast.

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