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MIRADOR
Columna
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Dios

Se ve que Aznar, que se dice católico, no ha leído los Evangelios y, si lo hizo, no los entendió

José María Aznar, en la presentación del libro de Javier Zarzalejos.Vídeo: Samuel Sanchez / ATLAS
Julio Llamazares

En esto bajó Aznar de los cielos y se nos manifestó a los mortales. Lejos de pedirnos perdón (por los muertos en la guerra de Irak, en la que nos metió a los españoles por su santa voluntad, no por la nuestra; o por la corrupción de su partido en los años en que él lo presidía; o por haber elegido para sus Gobiernos casi tantos delincuentes como honrados), el reaparecido Aznar nos ha vuelto a reñir por no hacer caso de sus consejos, esos que amasa durante sus desapariciones y esparce sobre nuestras cabezas como la misericordia divina cuando regresa a la tierra desde su limbo celestial y puro. En esta ocasión la bronca ha sido más para sus correligionarios, a los que ha culpado de que su obra se dividiera, y la ha personalizado en su creación, ese Mariano Rajoy pusilánime, dubitativo y falto de valentía que le negó tres veces como san Pedro y al que sus enemigos acaban de desplazar del poder por no hacerle caso cuando debía.

¡Cuántas veces no le advirtió de que no gobernaba como debería hacerlo, de que por el camino que iba se terminaría estrellando, de que con su cobardía y sus dudas iba a dejar que se deshiciera la España fuerte y llena de orgullo que él había levantado en pocos años, los mejores de la democracia! Pero Rajoy no le obedeció; al contrario, se apartó de él, renegó de su obra y de sus consejos y así acabó: derrotado y llorando como Boabdil tras entregar las llaves del poder a un advenedizo.

El regreso de Aznar a la tierra, de la que faltaba últimamente más de lo que le habría gustado seguramente obligado por las sentencias condenatorias por corrupción a varios de sus ministros, de la que él no sabía nada pese a saberlo todo de este país, nos ha pillado por sorpresa, sobre todo por el momento elegido para manifestarse en carne mortal. Si a Jesucristo cuando iba a ser crucificado se le hubiera aparecido Dios para regañarlo como Aznar ha hecho con Rajoy seguramente la religión católica no habría tenido la proyección que ha tenido.

Pero se ve que Aznar, que se dice católico, no ha leído los Evangelios y, si lo hizo, no los entendió. Por eso no conoce la humildad ni la piedad y por eso es capaz de ensañarse con su propia creación, ese Mariano Rajoy derrotado que mueve a la compasión más que a la venganza como cualquier perdedor de la historia. Embriagado de sí mismo, Aznar ha vuelto a demostrarnos que Séneca tenía razón cuando dijo que las personas inteligentes se recuperan pronto de un fracaso, pero los mediocres jamás lo hacen de un éxito.

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