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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Improperios y confesiones en el Parlamento

El Tribunal General de la UE avala la libertad de expresión de un eurodiputado xenófobo y machista

Rosario G. Gómez
El diputado polaco Janusz Korwin-Mikke.
El diputado polaco Janusz Korwin-Mikke. Gettyimages

El eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke se ha hecho tristemente célebre por sus exabruptos xenófobos, machistas y filonazis. Científico y jugador profesional de ajedrez, casado tres veces y padre de ocho hijos, se presentó a las elecciones presidenciales de su país en 2015 por un partido de ultraderecha. Suele entrar en el pleno haciendo el saludo nazi y desde su escaño pregona ideas anacrónicas, intolerantes y faltonas. Entre su largo catálogo de improperios y provocaciones machistas ha dicho que las mujeres deben ganar menos, toda vez que son inferiores a los hombres porque “son más débiles, más pequeñas y menos inteligentes”.

Korwin-Mikke es de los que lamentan que las mujeres tengan derecho a voto, porque, en su opinión, carecen de suficientes conocimientos políticos. También ha repartido estopa a los negros y a los refugiados, a los que llamó “basura humana”, y ha vertido improperios contra la propia UE, “un proyecto comunista dirigido por maoístas como Barroso”. Su aversión hacia la Unión llega a tal punto que propuso transformar la sede de la Comisión en un burdel.

A la vista de las declaraciones “particularmente ofensivas” contra las mujeres y los inmigrantes, el presidente del Europarlamento sancionó al diputado polaco con la retirada parcial de dietas y la suspensión temporal de sus actividades como representante público. Korwin-Mikke recurrió y ahora el Tribunal General de la UE le ha dado la razón con el argumento de que la libertad de expresión ocupa un lugar esencial en las sociedades democráticas. Es, claramente, un derecho fundamental, pero no absoluto.

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Dice la sentencia del Tribunal General que las injerencias en la libertad de expresión estarán permitidas si cumplen un triple requisito: deben estar “previstas por la ley”, responder a un objetivo de interés general y no ser excesivas. Además, considera que la libertad de expresión de los parlamentarios debe gozar de una protección reforzada “dada la fundamental importancia que el Parlamento tiene en una sociedad democrática”. Pero admite que pueden imponerse sanciones a los diputados siempre y cuando sus declaraciones afecten al buen funcionamiento de la Cámara o inciten a la violencia o al odio racial.

El Parlamento Europeo prohíbe expresamente utilizar un lenguaje difamatorio, racista o xenófobo. En el español se escuchan confesiones que dejan atónitos al auditorio. El presidente de RTVE, José Antonio Sánchez, dijo esta semana durante su comparecencia en la comisión de control Congreso-Senado: “En cuanto a los papeles de Bárcenas, ya se lo he dicho. Yo no estoy ni en los papeles de Irán, ahí donde se cuelgan en las grúas a los homosexuales o donde se mata a pedradas a las niñas por darse un revolcón con el novio, ni donde se asesina a 150 personas por manifestarse en una calle, como en Caracas… Yo en esos papeles no estoy. Yo estoy en los papeles de Bárcenas; en los papeles manchados de sangre yo nunca estaré”.

Sorprende tanta sinceridad cuando el mismo día, la ministra de Defensa y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, negaba a capa y espada haber recibido sobresueldos de Gürtel. Incluso rechazó que sea su marido la persona que figura en los papeles de Bárcenas como “López H” y “López Hierro”.

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