Yo, Pedro (la sombra del efecto Claudio)
El recorrido de la moción va a ser un campo de minas para Sánchez. Pero puede suceder
Ahora hay una incógnita en el escenario político caótico: el efecto Claudio. Se trata del emperador que sucedió a Calígula, retratado soberbiamente por Robert Graves en la novela Yo, Claudio, y que llegó al trono por azar, cuando los centuriones lo encontraron escondido detrás de unas cortinas tras el magnicidio y lo proclamaron en plena borrachera de sangre; pero, tras su imagen de bobo irreparable, Claudio acabó por regir el imperio durante una década larga. Pedro Sánchez, tras la oportunidad perdida en 2016 y la efervescencia de las primarias, parecía descartado para La Moncloa por el CIS, e incluso resurgía la hipótesis del sorpassode Podemos, al menos hasta el escándalo del chalé. Ahora la pregunta más repetida, con perplejidad asombrada, es: ¿Puede ser presidente? Y la respuesta: sí.
Con una comprensión rápida del tablero, que demuestra el valor de la maquinaria de los viejos partidos, el PSOE resolvió la maniobra relámpago de la moción para bloquear una convocatoria de elecciones. De ese modo desactivaban la estrategia de Ciudadanos, que entonaba ya una ecuación marca de la casa: exigir a Rajoy ir a las urnas para evitar la moción del PSOE, pero apoyar la moción del PSOE si Rajoy tuviese la tentación de resistir numantinamente en La Moncloa. Una vez presentada la moción, esa estrategia quedaba desactivada. Ya no puede haber elecciones, no hasta que Sánchez ponga a prueba la aritmética de los 176.
El plan de Ciudadanos tenía sentido. Si Rajoy se resistía a fijar elecciones por temor a sufrir un revolcón del partido de Albert Rivera, estaría facilitando la moción del PSOE con Podemos y los nacionalistas, algo que el electorado conservador castigaría antes o después. Y, si Rajoy convocaba para evitar un Gobierno socialnacionalista, lo verosímil era un triunfo de Ciudadanos. Ahora, sin embargo, como suelen decir los cronistas deportivos, Ciudadanos ya no depende de sí mismo. Y hay aritmética parlamentaria: Podemos es seguro, los nacionalistas catalanes tantearán, y todavía necesitará al PNV, aunque todos preferirán esto a Ciudadanos. Son alianzas peligrosas, pero el plan pasa por gobernar un tiempo, demostrar que el PSOE desbloquea el conflicto en Cataluña aunque no haga concesiones, aprobar un paquete de medidas progresistas para reconciliarse con el electorado, y entonces ir a las urnas.
Rajoy, justo tras garantizarse dos años con el salvoconducto de los Presupuestos, es consciente del riesgo del efecto Claudio y se ha lanzado a degüello contra Pedro Sánchez, a quien días atrás elogiaba como hombre de Estado. No ha distraído a los medios con frases sobre Ciudadanos o sobre otros socios, sólo contra Sánchez, aunque tanta saña parecía la sobreactuación de un animal herido. La moción de censura no es un golpe de Estado, sino un mecanismo constitucional. Y desde luego no resulta muy convincente que la estabilidad económica constituya un cheque en blanco para la corrupción. Incluso su argumento de que no todo vale para llegar al poder se replica con un no todo vale para conservarlo. Rajoy sabe que peligra, y que a lo peor puede salir por la puerta de atrás. Eso no será fácil. El recorrido de la moción va a ser un campo de minas para Sánchez. Pero puede suceder. Y nadie descarta leer algún día “Yo, Pedro, expresidente…”.
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