Nuestras combinaciones amatorias abarcan a todos cuantos nos rodean, por eso establecemos nuestras propias reglas para elegir a los que llegarán a ser amantes.
Que levante la mano la persona que no se haya metido mano con un primo, una prima. O con ambos. De los que no la han levantado, que la levanten si se han masturbado imaginándolo. Deberíamos aprender sexualidad desde que nacemos. La relación sexo-afectiva determina nuestro comportamiento con nuestras posibles parejas y a esto se empieza desde el instituto: "La implicación emocional en los adolescentes depende de las creencias preconcebidas que han desarrollado sobre el tema. Para algunos estas relaciones suponen, en su mayoría, ventajas, como son, que desestresan, son saludables, les proporciona disfrute, satisfacción y no les genera apego ni ataduras (algo que ellos consideran negativo). Pero, para otros no son nada positivas, ya que acceden a ellas por crear o mantener una imagen social para sentirse aceptados o integrados en el grupo (bajo la creencia de quien lo hace "mola", tiene éxito y eso gusta). En este caso, practicar este tipo de relación viene derivado de una baja autoestima". Ana Isabel Torresano, psicóloga experta en área infantil y juvenil y psicoterapia breve en adultos, establece en la adolescencia el momento en el que somos conscientes de lo que supone tener una relación sexo-afectiva, por eso pone especial énfasis en la educación de los más jóvenes utilizando ambos planteamientos: la sexualidad y la relación afectiva que se establece: "Es imprescindible desarrollar una buena inteligencia emocional que les permita tomar decisiones asertivas y poder elegir lo que quieren, diciendo SÍ o NO a la experiencia, siendo consecuentes con lo que quieren y sienten. Hay que educarlos para que no se dejen llevar por presiones internas ni externas para que valoren las emociones y sensaciones que tendrán con esa relación."
Nos torturamos cuanto más rígidos somos con nuestras pulsiones sexuales
Saltarnos nuestras normas amatorias es habitual. La cantidad de veces que nos hemos encontrado en una cama en la que jamás pensábamos estar. O la de veces que nos hemos imaginado en una concreta y nos ha traído por la calle de la amargura: José Bustamante, psicólogo clínico y especialista en sexualidad y pareja, considera que nos torturamos cuanto más rígidos somos con nuestras pulsiones sexuales: "Si los valores de una persona en el terreno sexual son muy rígidos y sus prohibiciones sobre lo que está bien y lo que está mal son muy potentes, ese pensamiento de estar con esa persona que consideran que no deberían se convierte en obsesión. Si lo normalizas y no le das importancia, igual que has pensado en esa posibilidad, terminas eliminándola. Pero si te obsesionas con esa aventura, en la primera ocasión que te cruces con esa persona, querrás comprobar si de verdad te excita". Repasemos la cantidad de tensiones sexuales que tenemos no resueltas y preguntémonos la de veces que hemos pensado en que esa persona puede ser una aventura. Pedro, adulto, trabajo estable, ahora mismo sin pareja, no le pone diques al mar: "Es difícil que descarte, a priori, a nadie como amante. Si lo hago y finalmente ocurre, es probable que la hubiera prejuzgado y por eso creyera que no podíamos tener nada. Pero entonces se da una situación de intimidad donde descubres que es interesante y surge la química. Si surge, lo vivo". Nos acostamos con quien nos apetece, igual que tenemos amigos que lo son para toda la vida sin que entre nosotros surja el más mínimo roce físico. O convirtiéndolos en follamigos (amigovio, perdón). Algunos tienen la virtud de dinamitar las barreras de un bombazo mientras a otros les cuesta conseguirlo gota a gota. Para Pedro, el atractivo es un paquete en el que entra personalidad y físico. Sin que pueda separarse: "Me atrae por todo. Tengo que sentir deseo e interés, y eso me lo despierta una persona en su conjunto; no por partes."
La espontaneidad, la fortuna y un sinfín de parámetros también entran en el juego de cama. Marta Ibáñez, psicóloga y especialista en terapia de parejas destaca también la necesidad de no torturarnos por acostarnos con esa persona con la que no esperábamos tener una aventura: "No siempre tenemos sexo por las mismas razones. Normalmente, podríamos decir que lo hacemos por atracción, deseo, impulso, pero lo cierto es que hay ocasiones en las que lo hacemos por otros motivos menos estilosos. A lo mejor simplemente esa persona nos aportó la atención y el afecto que necesitábamos ese día, a lo mejor nos sentíamos solas, a lo mejor estábamos aburridas. Quizás nos pareció una buena idea un ratito antes, y después pensamos ¿para qué? Pues oye, para nada y para todo. No hace falta justificarse".
Sexo sin que sirva de precedente. Y ya veremos si repetimos.
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