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Sin billete de vuelta para los niños holandeses de la yihad

El Gobierno considera demasiado peligroso repatriar a los hijos de militantes del ISIS

Isabel Ferrer
Un yihadista armado con un cuchillo y un arma automática vigila  a los soldados y oficiales del ejército sirio capturados.
Un yihadista armado con un cuchillo y un arma automática vigila a los soldados y oficiales del ejército sirio capturados. AP Photo

El Gobierno holandés no está dispuesto a repatriar a los niños cuyos padres se sumaron a las filas del Estado Islámico (ISIS). Son unos 145, metidos en Siria e Irak por sus progenitores, en plena zona de conflicto. Otros 30 están recluidos en campos de refugiados en territorio sirio, según el Coordinador Nacional para el Antiterrorismo y la Seguridad. La cifra parece manejable, pero la actual coalición de centro-derecha considera que es muy peligroso, porque son instruidos a partir de los nueve años en el uso de armas de guerra. Y porque, a pesar de su corta edad, “han sido educados en el odio de las ideas extremistas, y les han dicho que todos los que no sigan la interpretación del islam de los yihadistas deben ser ejecutados”, señala el informe elaborado por los propios expertos en terrorismo.

Holanda ha firmado la Convención de los Derechos del Niño, y de ahí que la defensora del menor, Margrite Kalverboer, haya criticado la negativa oficial de hacerse cargo de unos niños “que viven experiencias horrorosas en unas condiciones terribles”. A sus palabras se han sumado las confusas declaraciones de Ferdinand Grapperhaus, ministro de Justicia, en una tertulia televisiva. Dio a entender que contemplaba “la posibilidad de evacuar a los hijos de yihadistas holandeses, internados en campos de acogida en Siria”. Una situación que le parecía “espantosa”, añadió emocionado. Al día siguiente, se retractó en toda regla asegurando que la postura oficial no ha variado.

Eso sí, donde los expertos en la lucha antiterrorista indican el riesgo presentado por unos niños obligados a vivir y practicar el horror, el ministro subrayó que “es demasiado peligroso para los funcionarios holandeses que deberían recogerlos”, entre ellos soldados y diplomáticos. Otra cosa es si los propios padres piden ayuda en embajadas o consulados. Entonces, su departamento estaría dispuesto a estudiar “si unos y otros pueden regresar”. Mark Rutte, el primer ministro, ha tratado de calmar los ánimos. “Grapperhaus dice lo mismo que yo: es terrible, pero demasiado peligroso, no podemos traerlos”.

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