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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Netta: 12 ‘points’. Israel: 0 ‘points’

Su aspecto desacomplejado, su estética valiente y su letra feminista supo desafiar la ñoñería habitual. Aunque haya hecho la mili en el ejército israelí

Netta Barzilai.Vídeo: Pedro Gomes (Getty)
Berna González Harbour

Por circunstancias de la vida que no vienen a cuento, sí: fui una de los 7.170.000 espectadores que se tragaron el sábado noche en España las cuatro horas de canciones —algunas cursis, otras esperpénticas, otras curiosas— además de unos cuantos kilos de patatas y el atrezzo cervecero de cualquier acontecimiento de televisión grupal. La transmisión sumó un 43,5% de cuota de pantalla, al parecer la mayor en una década. Vaya por delante que una no sabía nada de la canción española y menos aún de los representantes Amaia y Alfred, aparte de que su aparición siempre sube la audiencia en los medios. Una vive algo despistada.

Ignoro si alguien lo había dicho ya, seguramente era obvio, pero ahí estaban los tres: él con gallos, sin voz, sin liderazgo, ella pasable y la canción una ñoñez. La cosa iba de mal en peor desde la quema del piano del cantante ucranio al empalago cargante de los españoles, hasta los neones del vestido galáctico de una estupenda soprano estonia que El Mundo Today empezó a combinar rápidamente en redes con memes de Puigdemont proclamando la independencia entre sus pliegues de luz. La estonia cantaba esplendorosamente, pero estaba tan constreñida por el aparato de fuegos artificiales que cargaba de cintura para abajo que, en momentos, apremiaban las ganas de acudir a su rescate.

Casi todo era entre hilarante y ridículo, con excepciones, hasta que llegó Netta, una israelí tan rompedora por su físico y estilo que nos hizo saltar entre las migas de patatas fritas (es un decir).

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Netta —se nos dijo— había sufrido acoso en su niñez. Y su aspecto desacomplejado, sus kilos y su estética colorida y valiente ya nos estaba transmitiendo una osadía interesante. Su letra contra las Barbies, su “I,m not your toy, you stupid boy” fue contagiosa. Se podría decir que, además de los heavies húngaros que recorrieron el escenario con los mejores gritos y flequillos a su alcance, fue lo más sorprendente de Eurovisión. Todo lo demás se había visto ya. Y Netta supo alegrar, desafiar, convencer, dar un corte de mangas al horterismo y la ñoñería de casi todos los demás. Desde un estilo opuesto al de Sobral, el intimista y carismático ganador de 2017, Netta también conseguía transmitir autenticidad. Y personalidad.

Después llegó la polémica. El movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones que propugna el aislamiento económico a Israel pidió su boicot porque ella hizo la mili coincidiendo con la ofensiva militar israelí en Gaza de 2014. Estaba en la banda de música de la Armada cumpliendo su obligación, que en Israel afecta a hombres y mujeres por igual. Como en los llamamientos al boicoteo de Woody Allen por las acusaciones de abuso por su hija adoptiva o a Roman Polansky por las que pesan contra él en Estados Unidos, ¿importa la obra o importan las sospechas? ¿Importa la canción o, en este caso, su origen?

La crudeza de la coyuntura internacional nos obliga hoy a poner el foco en la salvaje represión con la que Israel azota a los palestinos. Pero dejen a Netta Barzilai y su canción feminista, moderna y rompedora, su presencia rotunda y su corte de mangas al acoso y los modelos rancios de feminidad y machismo fuera de aquí. Hoy toca premiar a Netta: 12 points. Y castigar a Israel: 0 points.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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