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TRIBUNA
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14 de mayo de 2018: un día histórico

Cada país tiene el derecho de elegir su propia capital

Judíos ultraortodoxos pasean ante la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Judíos ultraortodoxos pasean ante la Ciudad Vieja de Jerusalén. THOMAS COEX (AFP)

El 14 de mayo fue un día de inmenso significado en 1948. Es la fecha, de acuerdo con el calendario gregoriano, en que nació el Estado de Israel. Fue una jornada de éxtasis. Diecinueve siglos después de que se silenciara el último suspiro de soberanía judía. Pero las plegarias por un retorno a la tierra ancestral—y Jerusalén, el corazón del pueblo judío— nunca cesaron durante los años de ser errantes, exiliados y perseguidos.

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Así llegamos, 70 años después, al 14 de mayo de 2018. Este día será recordado, sobre todo, por otra celebración: el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a su lugar legítimo en Jerusalén. Me encuentro en la ciudad capital de Israel para sumarme a las festividades y expresar mi aprecio —en nombre del Comité Judío Estadounidense (AJC), una organización no partidaria— a la valiente decisión de la Administración Trump.

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Eso si, no tendría por qué haber sido tan valiente. Cada país tiene el derecho de elegir su propia capital. Sin embargo, ese derecho político básico aplica a todas las naciones sobre la tierra, excepto a una. Piénsenlo por un momento. Los otros 192 miembros de la ONU eligen sus capitales y esto no le incumbe a nadie. Sin duda, los diplomáticos destinados a Australia hubieran preferido alojarse en Melbourne o Sídney, pero la decisión política fue Canberra, fin de la discusión.

En el mundo hiper partidista de hoy, es poco probable que aquellos que se oponen a Trump en otros asuntos, le den crédito por esta medida

Nadie dijo nada cuando Alemania, luego de la reunificación, mudó su capital de Bonn a Berlín, forzando a los gobiernos del mundo a gastar fortunas para adquirir nuevas residencias. Lo mismo ocurre con Kazajistán, que decidió trasladar su capital de Almaty a Astaná en 1998, otra vez alterando las vidas de los países que tenían misiones diplomáticas en este país de Asia Central.

O tomen el caso de Nigeria, que eligió dejar Lagos y crear una nueva ciudad capital, en la distante Abuya, en 1991. Pero Israel, y solo Israel, se encuentra en la posición única de tener su auto-declarada capital en Jerusalén, mientras las otras naciones insisten con Tel Aviv, en donde emplazan sus embajadas y residencias. ¿Por qué?

Nos han dicho que es porque la resolución original de la ONU que recomendó una solución de dos Estados en 1947 designó a Jerusalén como corpus separatum, es decir, una ciudad que no quedaría bajo la soberanía del propuesto Estado árabe o el judío.

Pero el mundo árabe rechazó la resolución en su totalidad y le declaró la guerra a Israel. Por fortuna, el Estado Judío prevaleció a pesar de tener menos armas y soldados. La parte occidental de Jerusalén quedó bajo control israelí. Las oficinas del presidente y primer ministro, el Parlamento (Knesset), la Corte Suprema y el Ministerio de Asuntos Exteriores fueron establecidos allí. Durante casi siete décadas hemos sido testigos de la anormalidad que significa que líderes mundiales viajen a Jerusalén, a pesar de que sus países la rechacen como capital, para reunirse con los presidentes y primeros ministros israelíes, para ver a los parlamentarios y mantener conversaciones con los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores. ¡Qué cosa más absurda!

También hemos escuchado el argumento afirmando que el estatus de Jerusalén no debe ser determinado hasta que no se alcance un acuerdo de paz definitivo. Pero esto les da a los palestinos un poder de veto sobre el proceso, incluso cuando han rechazado una propuesta tras otra, incluyendo aquellas que habrían dividido a Jerusalén en dos. ¿Por qué debemos aceptar que la capital de Israel sea repudiada hasta el infinito por la comunidad internacional mientras el liderazgo palestino rehúsa llegar a un acuerdo?

El 14 de mayo de 2018 es un día especial en la vida de Israel. Y para los estadounidenses amigos de Israel, es un día de gran orgullo

En el caso de Estados Unidos, la situación fue un tanto diferente. La retórica fue, por lo general, correcta, y hubo incluso una legislación aprobada (la Ley de la Embajada en Jerusalén de 1995) para respaldarla, pero los resultados nunca coincidieron con las palabras. Por dar un ejemplo, en el año 2000, George W. Bush dijo: “Algo ocurrirá cuando yo sea presidente. Tan pronto como asuma, comenzaré el proceso para trasladar la embajada de Estados Unidos a la ciudad que Israel ha elegido como su capital”. Durante ocho años, el presidente Bush tuvo la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, durante ocho años declinó tomar una decisión.

En 2008, Barack Obama declaró que “Jerusalén seguirá siendo la capital de Israel, y debe permanecer unificada”. En los subsiguientes ocho años, el presidente Obama no sólo incumplió su compromiso, sino que dio un gran paso atrás. Cuando la secretaría de Prensa de la Casa Blanca distribuyó el texto completo del discurso del presidente durante el funeral de Shimon Peres en 2016, las palabras “Monte Herzl, Jerusalén, Israel” fueron incluidas para indicar la ubicación. No obstante, al poco tiempo la Casa Blanca eliminó la palabra “Israel” del texto, dejando a Jerusalén huérfana. Ya no quedaba ubicada en país alguno, aun cuando Peres, en presencia de Obama, fue enterrado en Jerusalén como un estadista israelí.

En septiembre de 2016, Donald Trump prometió trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. Algunos observadores pensaron que estaba simplemente imitando a sus predecesores, formulando una promesa que no estaba dispuesto a cumplir.  Pero sus acciones respaldaron sus palabras, y es por eso que nos reunimos hoy en Jerusalén para celebrar este acontecimiento histórico que, debe resaltarse, será seguido a los dos días por la decisión de Guatemala de hacer lo propio, y más tarde por Paraguay, tal como se anunció recientemente.

En el mundo hiper partidista de hoy, es poco probable que aquellos que se oponen al presidente en otros asuntos, le den crédito por esta medida. Pero nos mantenemos decididamente no partidarios y decimos las cosas como las vemos. El presidente Trump, tal como lo dijo, simplemente reconoció la realidad. Jerusalén es la capital de Israel. Punto.

¿Será esta movida un obstáculo para lograr un acuerdo de paz con los palestinos? De ninguna manera. Quizás, en el largo plazo, acelere el proceso al demostrarle al liderazgo palestino que ya no tienen necesariamente el lujo de continuar eludiendo la mesa de negociaciones y rechazando un acuerdo de paz tras otro. ¿Previene acaso la posibilidad de que se establezca un Estado palestino que incluya partes de Jerusalén dentro de su territorio, permitiéndoles a los palestinos declararla como su capital? Rotundamente no. El 14 de mayo de 2018 es un día especial en la vida de Israel. Y para los estadounidenses amigos de Israel, es un día de gran orgullo.

David Harris es presidente del American Jewish Committee.

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