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Un susto tan grande como el Ritz

"Es una sensación extraña oír de verdad el ruido de las 'pipas' que acostumbramos a escuchar en el cine de Tarantino". Así recuerda Beigbeder el robo a mano armada que vivió en el hotel parisino

Tres hombres vestidos de negro y armados, puede que no tan elegantes como John Travolta y Samuel L. Jackson en 'Pulp Fiction' (en la imagen), irrumpieron en el bar del Ritz donde Beigbeder tomaba una copa.
Tres hombres vestidos de negro y armados, puede que no tan elegantes como John Travolta y Samuel L. Jackson en 'Pulp Fiction' (en la imagen), irrumpieron en el bar del Ritz donde Beigbeder tomaba una copa.

Imagínese la situación: me estoy tomando una copa con Alina Gurdiel, española, amiga y sin embargo responsable de prensa, en el bar Hemingway del Ritz, en la plaza Vendôme, en París. Es 9 de enero de 2018. Estoy saboreando un vaso de vodka helado cuando la camarera se pone a gritar: “¡Salgan! ¡TODOS FUERA!”. No tiene el tono de alguien que bromea. Ha gritado realmente lo más fuerte que ha podido antes de atravesar corriendo el bar. Aunque la clientela se compone sobre todo de americanos que hablan a gritos, de repente, se hace el silencio. Tres encapuchados vestidos de negro y armados irrumpen en el bar. Se mueven muy rápido y, sin embargo, en mi recuerdo caminan al ralentí. No se oye ni un ruido aparte de la playlist navideña que sale de los altavoces: White Christmas, por Bing Crosby.

“I’m dreaming of a white Christmaaas, Just like the ones I used to knoooow…”

Una vez encerrados con llave en el WC de señoras, le sugiero a Alina que no se quede tras la puerta: una bala perdida llega rápido. Entonces, oímos el crepitar. Como petardos en una verbena

Unos 15 clientes del bar se han tumbado en el suelo, parapetados detrás del mostrador o bajo las mesas; otra docena ha desaparecido por los pasillos del palacio. Yo, personalmente, he salido pitando como un conejo, antes de dar media vuelta para volver en busca de Alina, que no puede correr por culpa de sus tacones.

Escapamos al único lugar seguro del que conozco el camino: las letrinas de la planta de abajo. Creo que nunca nadie ha encontrado tan rápido los servicios, ni Kate Moss en la fashion week. Una vez encerrados con llave en el WC de señoras, le sugiero a Alina que no se quede tras la puerta: una bala perdida llega rápido. Entonces, oímos el crepitar. Como petardos en una verbena.

Es una sensación extraña oír de verdad el ruido de las pipas que acostumbramos a escuchar en el cine. Alina se coge la cabeza con las manos. Para nosotros, estos disparos son clientes del hotel masacrados como en Bataclan. La playlist ha pasado a Let it snow, por Frank Sinatra. El contraste entre esta canción pacífica y las detonaciones de las pipas dan la impresión de estar dentro de una película de Tarantino.

“Oh the weather outside is frightful” PAN PAN PAN

“But the fire is sooo delightful” PAN PAN

“Since we’ve no place to go” PAN PAN PAN PAN

“Let it snow, let it snow, let it snow” PAN PAN.

No sé cuánto tiempo estuvimos allí abajo. ¿Un cuarto de hora? ¿Veinte minutos? Nos sentamos en el suelo y no hablamos demasiado. Esperábamos noticias. Entonces, Alina recibió un mensaje de su marido: “He hablado con la oficina del prefecto. Era un robo a mano armada. Ya ha terminado, los han detenido”.

Subimos al bar, esquivando restos de vasos, viendo ventanas rotas y a un hombre atendido en el suelo en la entrada de la calle Cambon. En el exterior la vía estaba cortada. Había cámaras al otro lado de las vallas de seguridad. La puerta del bar estaba destrozada a hachazos.

Lo mejor que podíamos hacer era terminar las copas. Mi Moscow Mule me supo muy picante. Le dije a la camarera: “¡Vuestro cóctel tiene demasiada pimienta!”. Los supervivientes rieron, pensando que bromeaba. Pero la camarera me sonrió: “A nuestro bartender nunca le sale mal un cóctel. Eso que le pica, caballero, son los gases lacrimógenos”.

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