Entre la urna y el castigo
La ley es la manera que tiene la democracia de protegerse contra sí misma
Ocho de cada diez españoles está a favor de la prisión permanente revisable. Más de la mitad contemplarían la pena de muerte para delitos muy graves. Buscar “Ana Julia” hoy en Twitter es asomarse a un abismo muy oscuro. Muchos observamos alarmados, algunos incluso escandalizados, estas dinámicas. Desde una perspectiva progresista, el espacio que gana el populismo punitivo es preocupante. Pero debería serlo siempre.
Aparentemente lejos quedan los escraches a políticos en las puertas de sus casas, las demandas de escarnio para banqueros y corruptos. No tan lejos las peticiones que de cuando en cuando emergen de prohibir ciertas ideologías que no nos gustan. A veces es la izquierda solicitando eliminar la extrema derecha del panorama discursivo, otras es el conservadurismo el que termina empleando palancas, cuanto menos, preocupantes.
En cierto modo, es natural: el impulso de todos es castigar con más ahínco aquello que más se aleja de nuestro ideal moral, ético, personal y político. Sin embargo, que sea natural no quiere decir que sea bueno, ni deseable. Nuestra condición humana tiene, potencialmente, tantas virtudes como defectos, y lo característico de una sociedad abierta y en libertad es que todos ellos se expresan por igual. La ley es la manera que tiene la democracia de protegerse contra sí misma.
Pero la ley no es inmutable, ni debe serlo, sino que está sujeta precisamente a nuestras preferencias, y por tanto también a nuestros impulsos. Además, quienes la elaboran, la ejecutan y la hacen cumplir no son sino personas, claro está. El dilema está servido, y ¿cuál es la solución con la que hemos dado? Aceptar nuestras limitaciones y ponernos barreras a nosotros mismos. Que no nos impiden avanzar, sino que nos obligan a hacerlo despacio, considerando nuestro entorno. Partidos, Parlamentos, comisiones, subcomisiones, cuerpos funcionariales, jueces, fiscales, sistemas de apelación, códigos penales, códigos civiles, constituciones: es todo lo que hay y debe haber entre las redes sociales, la conversación de bar, la columna airada, el grito en la calle, la urna… y el castigo. @jorgegalindo
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