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Tribuna
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El fin del sistema bipolar en Italia

Todavía está por ver que los políticos italianos, acostumbrados a las maniobras postelectorales, puedan llegar a un acuerdo aceptable

El líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi, junto a Giorgia Meloni de Fratelli d´Italia y Matteo Salvini de La Liga Norte, durante un mitin en Roma el pasado 1 de marzo.
El líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi, junto a Giorgia Meloni de Fratelli d´Italia y Matteo Salvini de La Liga Norte, durante un mitin en Roma el pasado 1 de marzo.ALBERTO PIZZOLI (AFP)

Casi una década después de la crisis de la eurozona, los italianos acuden a las urnas el 4 de marzo en unas elecciones que pueden resultar cruciales y señalar el fin de una larga búsqueda de la estabilidad política mediante la alternancia de coaliciones de centro derecha y centro izquierda, el llamado sistema bipolar. Los acontecimientos políticos de los últimos 10 años han hecho que sea mucho más difícil alcanzar ese objetivo.

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Ese sistema bipolar nació lleno de fragilidad en los años noventa y pareció consolidarse tras los buenos comportamientos electorales del Partido Democrático (PD), de centro izquierda, y el "Pueblo de la Libertad" (PDL), de centro derecha, en las elecciones de 2008. Entonces estalló la crisis de la deuda soberana en la eurozona, la economía italiana se aproximó al borde del abismo y, a la sombra de las medidas de austeridad impuestas por los gobiernos (tanto de centro izquierda como de centro derecha), se inició un decenio de cambios trascendentales en los partidos y el sistema de partidos, el sistema electoral, la economía, los sindicatos, el capital social, las protestas públicas, el sistema de bienestar, la política migratoria, la política cultural, unos cambios que pueden verse documentados en un número especial de la revista South European Society and Politics.

La consecuencia fue un cambio radical de la situación de los dos principales partidos en los que se basaba el sistema bipolar. En la derecha, Silvio Berlusconi tuvo que dimitir como primer ministro en 2011 y su partido sufrió una caída de la que no se ha recuperado: de tener más del 37% de los votos en las elecciones de 2008 al 21,5% en las de 2013, y hoy, con el nombre de Forza Italia, los sondeos le dan 16,3%. En la izquierda, el PD ha caído de más del 33% en las elecciones de 2008 al 27,4% en las de 2013 y el 21,9% en las encuestas actuales. Los dos partidos han experimentado divisiones y escisiones que han debilitado aún más las coaliciones que encabezan.

En medio de esta desintegración, una tercera fuerza política, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), irrumpió con un programa antisistema en las elecciones de 2013 y obtuvo el 25,5% de los votos. El resultado fue un Parlamento sin mayorías y una “gran coalición” (sin el M5S) como única fórmula viable de gobierno. Los sondeos dan hoy 27,8% al M5S, lo que lo convierte en el primer partido, pero sin fuerza suficiente para formar Gobierno, salvo que cambie su posición de no coaligarse con otros.

En 2017, el PD y Forza Italia unieron fuerzas y aprobaron una reforma electoral pensada para circunscribir los escaños del M5S y compensar así su fuerza electoral. El nuevo sistema electoral “mixto” (en parte mayoritario y en parte proporcional) favorece a los partidos que puedan formar coaliciones y no dividir el voto y a los que están concentrados en un solo territorio. El M5S, que se opuso a la reforma, no tiene aliados naturales todavía está consolidando su presencia local y regional.

Sin embargo, este ejercicio de ingeniería electoral tiene un precio, porque complica aún más la formación de mayorías parlamentarias, como confirma la última encuesta de Demos, publicada en La Repubblica el 16 de febrero. Por consiguiente, es imposible que las elecciones de 2018 restablezcan el sistema bipolar, sino que más bien será difícil formar gobierno, incluso una repetición de la “gran coalición” saliente.

La cuestión es importante, no solo para Italia sino para toda Europa. A Italia le ha costado mucho tiempo recuperarse de la crisis de la eurozona y, dado el volumen de su economía, sigue siendo motivo de preocupación para la UE, que ha exigido más disciplina fiscal y reformas que estimulen el crecimiento y mejoren la productividad. Para eso hace falta un Gobierno real. Tras las elecciones de 2013, Italia estuvo un tiempo sin primer ministro, Gobierno ni presidente. En esta ocasión, afortunadamente, el presidente está seguro en su sitio, y tendrá la tarea de nombrar a un primer ministro capaz de formar un Gobierno que tenga mayoría parlamentaria y pueda gobernar. Todavía está por ver que los políticos italianos, acostumbrados a las maniobras postelectorales, puedan llegar a un acuerdo aceptable.

Martin J. Bull es profesor de la Universidad de Salford y Gianfranco Pasquino de la Universidad Johns Hopkins en Bolonia.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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