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Tentaciones

Educación y buena ortografía: así es ligar en webs de solteros católicos

La experiencia es como abrir el Tinder en Sevilla un Jueves Santo. Entre mis pretendientes abundan los trajes y la gomina

Tras superar el duelo de mi último desmatch en Tinder, supe que era el momento de buscar nuevas alternativas. Como las únicas dos opciones para ligar que me quedaban por probar eran 1) las webs para solteros católicos con fines serios y matrimoniales y 2) salir a la calle para intentar conocer a alguien en un bar, elegí la opción que me permitía seguir en pijama.

Atraída por este conmovedor anuncio, entré en conocercatolicossolteros.com y me registré para chatear con mi futuro marido. Pero, tras un buen rato pensando en las respuestas adecuadas para el cuestionario, mi registro nunca se llegó a completar y no recibí el mail de confirmación.

Buscando plataformas similares descubrí otra web para católicos solteros que no tiene vídeo pero al menos me permite registrarme sin problemas. Subí una foto mía con peluca a la que llamé “yocatolica.jpg” para que nadie dudase de mi buena fe. Por pura cautela, utilicé un nombre falso, un nick en forma de juego de palabras tan bueno que es una pena no compartirlo aquí. “¡Bienvenida, xxxx! El Evangelio del día es Marcos 3:31-35”. A ligar.

Empiezo a rellenar un nuevo perfil y las preguntas son infinitas. Te preguntan cosas como estado matrimonial, películas favoritas, libros favoritos, frecuencia con la que rezas o si quieres tener hijos. Contesto que soltera, El árbol de la vida, la Biblia, semanalmente y que sí, que muchos hijos. Después respondo a varias preguntas de las de “desarrolla tu respuesta” como que qué buscas aquí o qué significa ser católico para ti. Escribo que busco un “novio para toda la vida” y que ser católico para mi es “lo más importante”. El interrogatorio lo rematan pidiéndote que cuentes tu “experiencia religiosa más importante”. Tecleo “para mi todas son importantes” y le doy a “guardar”.

Me pongo a mirar la lista de solteros que me ofrecen y es como si hubiera abierto el Tinder en Sevilla un Jueves Santo. A pesar de que la mayoría siguen un mismo patrón y abundan los trajes y la gomina, también hay alguna que otra sorpresa. Abro el perfil de un chico muy atractivo con bigote, ojos verdes y unas gafas que rozan lo hipster (aunque él probablemente no lo sepa) y veo su descripción: “Gracias por pararte a ver mi perfil!!! Respecto a mi persona, decir que soy Católico”. También dice buscar a su alma gemela y que en su primera cita “sería bonito ir a misa y luego tomar un café”. Pienso que sería precioso ir a misa acompañada de un chico tan guapo y le envío una flor con un botón que ofrece la web para coquetear de forma casta. Mientras espero a ver qué pasa, vuelvo al catálogo.

Abro el perfil de un gallego que en su foto sonríe junto a un micro de la Cope. En la descripción dice que vive con sus padres, que le gusta la música folk y que bebe alcohol “a veces”. En este me dejo de flores para ir al grano con un “hola guapo!!!” porque con las flores de antes todavía no obtuve señal alguna.

"Buenos días señorita. Me ha gustado mucho lo poco que he podido saber por tu perfil. Me entantaría conocerte mejor y saber más cosas tuyas, así que si el interés es mutuo, me tienes a tu disposición. Un saludo y gracias"

Escribo también a un señor de Burgos que en su foto sopla por una corneta y en el apartado de “Mi experiencia religiosa más importante” pone “varias”. Cuando iba a pedirle que me contara alguna, veo que acaba de responder el señor que vive con sus padres con un bonito mensaje, preguntándome si me gustaría que nos conociéramos más ya que ahora mismo no tiene pareja. Perfecto uso de las comas y los signos de interrogación al principio y al final de cada pregunta.

"Hola, qué tal. Me pareces una persona interesante, ¿qué aficiones tienes? A mi me gusta nadar, charlar, oir música, ver una película, etc. Suelo nadar tres veces por semana. Un saludo".

Me voy a dormir y al día siguiente mi buzón está hasta arriba. Cada mensaje está mejor redactado que el anterior y todos son de una educación y respeto extremos. “Buenos días, señorita. Me ha gustado lo poco que he podido saber de ti por tu perfil, así que me gustaría conocerte más siempre que el interés sea mutuo”, requiere un usuario que se define como “jardinero y madridista” y “algo mimado, pero buena persona”.

Un señor de 46 años me escribe solo para corregir lo que he puesto en un apartado de mi perfil. “Cuando dices que buscas 'un novio para toda la vida' parece que en realidad lo que estás buscando es NO casarte nunca y estar en ese estado de novios toda la vida. Y me parece que no es lo que querías decir tú :) Un saludo”. No le falta razón. Creo que ha usado esa excusa para romper el hielo y que empecemos a hablar del amor y de nuestras cosas, pero qué va. Le doy la razón y las gracias. Me dice que de nada y que hasta luego.

“Soy diestro, madridista, algo mimado pero buena persona”.

“Me gusta el deporte y la jardinería. Soy atento y caballero”

“Me has parecido una mujer romántica y me gustaría conocerte un poco más si tú también estás interesada”, leo en otro de los mensajes. Me llama la atención que parezca que todos hayan sido escritos por la misma persona, el mismo funcionario católico o el mismo robot, perfectamente programado para ligar desde el respeto.

Aunque resulta todo muy frío, también es agradable pasar un rato sin faltas de ortografías ni fotos de penes. Tampoco hay reproches ni “eooos” si dejas de contestar en un rato, o si no contestas nunca. Me siento cómoda y halagada por las buenas palabras.

Entre todos los mensajes de mi buzón, descubro extraviado uno de la web que me informa de que mi foto con peluca no ha sido aprobada, de lo que deduzco que en todas esas muestras de interés no ha tenido nada que ver mi belleza. Borro mi perfil, me salgo de la web y apago el ordenador por miedo a enamorarme de alguno. Abro Tinder.

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