Penas
El crimen sin sentido siempre existirá, no le sumen la mentira
La manipulación de las pasiones es el afán de la política. Los márgenes parecen infinitos y los ciudadanos se enfervorizan día tras día con la dulce tonada de esos flautines de Hamelín por más que los toquen tipos siniestros, cafres, ineptos, irresponsables o, sencillamente, desafinados. La última curva en la epopeya de nuestra inocencia es la receptividad que ha encontrado en el Gobierno la reclamación de familiares de víctimas de horrendos crímenes en favor de una cadena perpetua revisable menos revisable y más perpetua que la actual. La sociedad respalda este nuevo endurecimiento por evidente solidaridad con el dolor de los inocentes. Pero el Gobierno ha encontrado en esta comprensible petición la oportunidad para remodelar la agenda de la opinión pública nacional. Tras semanas penosas donde el barco presenta fugas de agua que anticipan el cercano naufragio, algún genio de la mercadotecnia electoral ha desplegado velas a favor de viento. Y funciona, vaya si funciona.
Los españoles desean con honestidad que no vuelvan a repetirse los crímenes que más nos han horrorizado en las últimas décadas. Quizá lo que requeriría mejor análisis es encontrar las claves para reducirlos de verdad. Puede que el anterior endurecimiento del Código Penal, también elaborado a golpe de telediario en 2003, no haya traído los efectos felices que se le presumieron, si no, no estaríamos aquí hablando de esto. Se sabe con datos certeros que en los países donde el Estado aplica la violencia y la reciprocidad contra los criminales, el número de asesinatos en lugar de reducirse tiende a aumentar. En Norteamérica padecen más crímenes las circunscripciones que mantienen la pena de muerte que las que no la aplican. La explicación es sencilla, los seres humanos tienden a imitar los comportamientos de las figuras paternas y de las instituciones bajo las que viven.
Los españoles que aspiran a un plan satisfactorio para reducir el número de asesinos y amenazas sociales, no tan grande como les hacen creer cuando conviene, deberían exigir a los responsables políticos que dejen de engañarlos con falsas soluciones. La mejor receta para reducir el crimen es más gasto en educación, planes certeros para atajar el machismo dominante que acaba con una niña o una mujer cada semana en España, dotar de más medios a la psiquiatría estatal, luchar contra la desigualdad de recursos, reparar las cotas crecientes de marginalidad social y mejorar la atención de menores delincuentes y presos convictos para que su paso por las instituciones de reforma y castigo sea reparador. El crimen sin sentido siempre existirá, no le sumen la mentira.
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