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Caracas: la carrera diaria contra el hambre Venezuela enfrenta una escasez crónica de alimentos agudizada por la caída del precio del petróleo, fuente de 96% de las divisas, en este país dependiente de las importaciones Un padre y su hijo comen de una bolsa de basura en el barrio Bello Monte. Venezuela tiene la inflación más alta del mundo, “lo que hace casi imposible que las familias hagan sus cuentas. Además, entre la falta de producción agrícola y el incremento diario de los precios ya no sólo están empobreciendo a los ciudadanos sino que realmente se ha potenciado el hambre”, asegura el economista venezolano Miguel Montesinos. Cola para recibir comida de La Olla Milagrosa en las inmediaciones de la iglesia de la Chiquinquirá, en el barrio La Florida. Diversas iniciativas sociales han surgido en los últimos meses para intentar paliar la falta de alimentos que sufren las familias venezolanas. Un hombre hurga en un contenedor en el barrio La Ceiba. “Al principio eran venezolanos en situación de calle, pero en los últimos meses han pasado por aquí personas de toda índole social. Al principio nos extrañaba. Se hace raro ver a nuestros vecinos con su profesión y su familia estructurada pedir comida. Pero la situación coyuntural del país se hace muy difícil de afrentar para todos”, cuenta Alesia Santacroce, impulsora de La Olla Milagrosa. Isabella y dos de sus hijos buscan comida en un basurero en El Paraíso, al lado de la autopista Francisco Fajardo. Trabajaba como administrativa en un taller de coches donde José, su marido, es mecánico. Hasta hace unos años no se ganaban mal la vida pero llegó la crisis y la despidieron. Tienen cuatro hijos de entre tres y 12 años y el sueldo de José no alcanza para poder alimentar a su familia. Un niño espera su turno para almorzar en un comedor callejero organizado por Alimenta La Solidaridad, un programa de nutrición impulsado por Roberto Patiño que atiende a cerca de mil niños del municipio Libertador, en Caracas. Varias niñas en un comedor callejero en la Isla. Se trata de un proyecto social realizado por Alimenta la Solidaridad para intentar contrarrestar el avance de malnutrición infantil que alertan organizaciones como Cáritas. Una madre adolescente embarazada come con sus dos hijas pequeñas de las sobras de un contenedor de basura de un centro comercial en Chacao. La economía está en caída libre y, así, la escasez de comida y medicinas ha disparado los precios de los alimentos. “Apenas puedo dar de comer a mis hijos y muchos días busco algo entre los desechos de los restaurantes para mí. Los precios son inalcanzables, hay escasez. No hay leche de verdad, el cartón de huevos cuesta el doble que la pasada semana y el pan es un lujo”, explica Isabella. Un hombre sostiene el periódico semanal La Razón con el titular ‘Estómagos vacíos’ mientras un grupo de personas esperan al reparto sabatino de comida en La Olla Solidaria. La joven Alesia Santacroce es la impulsora de la Olla Milagrosa, una iniciativa que surgió “para poder ayudar a quienes ya no hablan de crisis, sino de ausencia; quienes no conocen la dificultad sino la necesidad; quienes no tienen qué comer y no han conseguido nada en todo el día”. Niñas esperando el reparto de alimento que la fundación religiosa Jesús: camino, verdad y vida realiza los domingos cerca de la calle comercial Sabana Grande. Alberto Mata, uno de sus responsables, afirma que ya no pueden dar abasto para tanta gente “el número de personas que aguarda por su ración se multiplica exponencialmente. Mucha gente queda sin comer”, asegura. Reparto de comida de la fundación religiosa Jesús: camino, verdad y vida. En las últimas semanas se ha incrementado el número de personas que hacen la espera para comer y no llega para todos. La situación para los voluntarios se hace cada domingo más insostenible. Un puesto de venta de huevos en el mercado de Chacao. Una abuela da de comer a una de sus nietas en la Cota 905, una de las más azotadas en la ciudad por la violencia, el paro y el índice de malnutrición. Organizaciones como Alimenta La Solidaridad han abierto un comedor infantil donde implican a las madres y a los vecinos para identificar a los niños más afectados por la falta de alimentación. Una señora muestra su frigorífico sin apenas comida. El gobierno decidió regular el precio de la carne de vaca, el pollo y los productos de la cesta básica que precisamente son los que escasean. Reconoce que al menos sus nietos no pasan hambre al estar dentro del programa Alimenta La Solidaridad.