6 fotosSeis discos de esta semanaLas críticas de los nuevos trabajos de No Age, Stravinski, Dave Douglas, David Behrman, CupcaKKe y Tune-Yards 31 ene 2018 - 21:12CETWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceUna de las claves para cosechar el éxito en la música popular actual es tener aspecto de pandillero armado y peligroso, mientras se despacha una música blanda como una diarrea provocada por una semana de curris callejeros en el Punyab con letras románticas y babosas. Tyler, The Creator, cuando emergió hace una década al frente del colectivo de raperos Odd Future, se equivocó en dos de estas premisas: tenía pinta de malote; pero, además, se portaba fatal, decía groserías e incitaba a sus oyentes al desorden. Hizo gracia un rato. Luego emprendió una carrera en solitario que arrancó insistiendo en los errores conceptuales de sus inicios. Más tarde intentó colarse en lo masivo con el despiste del que no sabe descifrar la actualidad. Lanzó un disco, Cherry Bomb, que era como uno de Pharrell Williams de hace 15 años, con la diferencia de que a él ninguna marca de moda quiso vestirle. Por XAVI SANCHOColumbiaRompamos una lanza por las multinacionales: la carrera de Randy Newman obedece a la cuota de caprichos. Cuando la rama discográfica de Warner Bros decidió pelear en la primera división, se permitió el lujo de fichar a geniecillos locales, artistas atípicos de Los Ángeles que adoptaba como propios. Individuos como Van Dyke Parks, Ry Cooder y… Randy Newman. Newman era un exitoso compositor para otros, aunque sus interpretaciones lacónicas, cercanas al espíritu de Nueva Orleans, no conectaban con la tropa melenuda del rock. Pero se le mantenía como parte de la peculiaridad californiana de Warner, el somos-diferentes-y-así-se-lo-hacemos-saber. Con el tiempo, Randy consiguió éxitos menores —‘Short People’, ‘I Love L. A.’— que allanaron las reticencias del departamento de contabilidad de Warner. Sin embargo, en los ochenta aceptó volver al negocio familiar, la música cinematográfica. Y le ha ido bien, aunque siempre recuerde que ha sido 20 veces candidato al Oscar y solo volvió a casa con la estatua en dos ocasiones (a ver: miles de compositores de cine se hubieran conformado con la mitad de esa cosecha). Por DIEGO A. MANRIQUEWARNER MUSICComo parte de la corriente chillwave (Ariel Pink, Chromatics o Mac de Marco), la estética de Chaz Bear alcanzó notoriedad a comienzos de la década. El grueso de sus canciones psicodélicas mezcla indie rock amateur con detalles electrónicos con resultados contemporáneos. En Boo Boo, su quinto disco, el estadounidense se ha abandonado a los sintetizadores de los ochenta y al auto-tune. Por BEA G. ARANDACARPARK RECORDSHasta ahora, los discos del japonés Keigo Oyamada, Cornelius, eran recipientes sonoros en los que la voz se usaba como otro instrumento y el concepto de canción rara vez era prioritario. Su registro artístico era similar al de Stereolab o The High Llamas, quienes, partiendo de lo retro, creaban música futurista. Mellow Waves supone un cambio notorio. Por RAFA CERVERARostrum Records/Musica As UsualEl poder de un metal preciado que transforma en flamenco casi cualquier cosa que pase por él. Es lo que puede ocurrir, por ejemplo, con las bamberas, compuestas por David Lagos, las granaínas o los fandangos de Huelva, estilos no habituales y con los que Jesús Méndez se exige para ampliar su caudal expresivo. Por FERMÍN LOBATÓNLa bodegaGrabado en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, este disco nos muestra a un Roscoe Mitchell más vigente que nunca. No solo como intérprete, también como líder e ideólogo: la música aquí contenida —densa, abstracta, visionaria— tiene tanto que ver con la interacción de los improvisadores como con la dirección de las piezas o la propia selección de los implicados. Por YAHVÉ M. DE LA CAVADAECM