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Defensora del Lector
Tribuna
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El crudo lenguaje coloquial

¿Nos excedemos al recoger palabras malsonantes en crónicas y columnas? Algunos lectores así lo creen

Marcha por las Mujeres en Washington para exigir respeto al presidente Donald Trump.
Marcha por las Mujeres en Washington para exigir respeto al presidente Donald Trump. Andrew CABALLERO-REYNOLDS (AFP PHOTO)

España es el país del tuteo, donde se huye de las formalidades en el trato, y se toleran generosamente las palabrotas en el lenguaje coloquial. Hay lectores que vienen observando cómo esta discutible naturalidad se filtra cada vez más en los textos de este periódico. Así me lo hacía saber hace tiempo un lector, Gonzalo Redondo, asombrado al leer la expresión “la gente se descojona”, en un reportaje.

La última carta con una queja similar me la envió esta semana desde Fort Lauderdale (Florida) Concha Baquera, lectora “de toda la vida” de este diario, tras leer la crónica sobre la Marcha de las Mujeres en Washington publicada en la edición impresa del domingo pasado. La frase que le impulsa a escribirme es la que alude al contenido de las pancartas que portaban las manifestantes, y en las que podían leerse, según el texto, “múltiples referencias al pussy (en español, coño) —“Poder pussy”, “Este pussy tiene garras”, “Soy la única dueña de mi pussy”.

“Me ha sorprendido el uso de la palabra ‘c...’ en varias ocasiones”, escribe la señora Baquera. “Este tipo de lenguaje quizá esté más aceptado en una conversación informal entre amigos, pero utilizarlo, cuando además no aporta nada a la crónica, en un periódico como EL PAÍS me ha parecido, cuanto menos, innecesario (…). El hecho de traducir algunas de las pancartas en las que aparecía dicha palabra no lo encuentro justificado y el resultado ha sido muy vulgar. El motivo de la manifestación era mucho más que hablar del órgano genital femenino (…). Me he sentido incómoda al leerlo y no es que me asuste del uso de este tipo de lenguaje”. La lectora subraya que ni The New York Times, ni The Washington Post incluyen la palabra en sus crónicas sobre las marchas.

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En la edición digital, el artículo incorporaba datos de la marcha de Nueva York, y estaba firmado por Amanda Mars y Sandro Pozzi, corresponsales en Washington y Nueva York, respectivamente, que me envían una respuesta conjunta en la que explican: “Pussy significa coño. En inglés suena más suave, pero en castellano se traduce así o con alguna otra palabra vulgar. En el trabajo que hacemos de calle —y no calle— nos topamos constantemente con palabrotas que, como no aportan nada más que vulgaridad y no influyen en la información, solemos evitar.

Leyendo el periódico he encontrado palabras malsonantes en diversos artículos

Sin embargo, la segunda Marcha de las Mujeres contra Donald Trump es uno de esos casos en los que palabra pussy tiene enorme relevancia. El presidente de EE UU fue grabado en 2005 jactándose de poder manosear a las mujeres sin consentimiento gracias a su poder. “Cuando eres una estrella, te dejan hacerles cualquier cosa. Agarrarlas por el coño”. En inglés, “grab them by the pussy”.

La difusión del vídeo en octubre de 2016 supuso en un escándalo monumental, nacional e internacional. Precisamente por su brutalidad, la expresión “grab them by the pussy” se convirtió en una denuncia. Las referencias a ello ya marcaron aquella primera Marcha de las Mujeres de 2017. El gorrito de lana rosa que se hizo famoso en ella se llama Pussyhat. Este año se ha añadido el movimiento Me too (Yo también) contra el acoso sexual, y los lemas y pancartas con referencias al pussy cobraron especial relevancia. Su reiteración, también. Quedan muy lejos de la frivolidad. Son un grito de guerra y no uno cualquiera”.

El Libro de Estilo prohíbe el uso de “expresiones vulgares, obscenas y blasfemas”. “Como única excepción a esta norma”, precisa el texto, “cabe incluirlas cuando se trate de citas textuales, y aun así, siempre que procedan de una persona relevante, que hayan sido dichas en público o estén impresas y que no sean gratuitas”. En este caso —y la respuesta de Mars y Pozzi es ilustrativa al respecto—, mencionar los lemas de las pancartas —y traducirlos al español—, era relevante informativamente.

Con todo, la carta de la lectora plantea una cuestión de fondo sobre la que deberíamos reflexionar: nuestro grado de cumplimiento del Libro de estilo en esta materia. Leyendo el periódico, me he tropezado con las palabras “puta” y “puteros”, y con citas que incluían las expresiones “puta mierda” o “jodidamente falsa”. Creo que habría que evitar convertir en norma lo que solo debe ser excepcional.

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