Nació en un barco y quiso vivir siempre junto al mar. Vyacheslav Korotki, más conocido como ‘Slava’, pasó más de 13 años en la soledad de una remota estación meteorológica del Ártico, en Rusia, midiendo temperaturas, lluvias y vientos. La fotógrafa Evgenia Arbugaeva rompió su silencio en 2014, cuando llegó en helicóptero cargada de naranjas, champán y un pájaro.
Observatorio abandonado en KotelniyEvgenia ArbugaevaSlava hablando con Khesa, su loro, en 2014Evgenia ArbugaevaVistas al mar de Barents desde un camarote del barco Mikhail Somov, mientras se aproxima a la península de Russkiy Zavorot.Evgenia ArbugaevaLa radio de Slava en la estación meteorológica de KhodovarikhaEvgenia ArbugaevaSlava camina hacia el viejo faro cercano a la estación meteorológica de Khodovarikha para recopilar la madera que cubre sus paredes y usarla como leñaEvgenia ArbugaevaEn su despacho, Slava escribe en su diario los datos recogidos después de haber realizado las observaciones en el exteriorEvgenia ArbugaevaEl meteorólogo tomando mediciones. Nubosidad de 10 puntos, altocúmulos, visibilidad de 4 kilómetros. Temperatura: 20 grados bajo cero. Humedad relativa: 83%. Viento noreste de 12 metros por segundo, con rachas de hasta 14, sin precipitaciónEvgenia ArbugaevaA veces, durante las largas noches polares, Slava construye casas con cerillas para pasar el tiempo.Evgenia ArbugaevaVista desde la sauna en una tarde tranquilaEvgenia ArbugaevaSlava, en su barca hecha a mano, en el mar de Barents, cerca de la estación meteorológicaEvgenia Arbugaeva